martes, agosto 03, 2004

YO TAMBIÉN SOY ASÍ: estoy totalmente de acuerdo con este post de Feyn Dem sobre el arrebato nacionalista que se ha adueñado de nuestros políticos por el asunto de Gibraltar. También la oposición, pero fundamentalmente el gobierno que es, en definitiva, quien tiene a cargo fijar la postura oficial del país.

Y añado que esa deriva sentimental es especialmente curiosa viniendo de quienes afirman que debe comprenderse y respetarse la voluntad de las diferentes comunidades autónomas para organizarse si así lo desean sus habitantes. Porque, guste o no, ¿acaso no debe tenerse en cuenta que el 99 de los gibraltareños han expresado en referéndum su deseo de seguir siendo británicos?

Llamadme cínico si queréis, pero es que parece que ese ardor nacional, que en esta cuestión deja en mantillas el clima del tardofranquismo, es en buena parte una cortina de humo para esconder lo evidente: que la vergonzosa retirada de Iraq, y el abandono de los amigos y aliados, no fue tan gratis como peroraban en rueda de prensa Zapatero y Moratinos el día que Blair les dejó sin cena en su visita oficial a Downing Street.

No, el gobierno británico no "entendió perfectamente nuestra retirada de Iraq" (¿esperaban insultos? si es así, eso dice más de uno mismo que del otro; demuestra que uno considera el insulto como parte de la dialéctica política habitual e interpreta su ausencia como aquiescencia). Metiendo el dedo en la llaga de Gibraltar, el gobierno de Tony Blair simplemente está haciéndolo saber.