miércoles, marzo 02, 2005

ALFONSO ROJO:
Es como si les quemase la palabra en la boca. Reproducen el rostro doliente de Florence Aubenas y citan sus trémulas palabras, pero no parecen capaces de llamar por su nombre a los que la mantienen secuestrada desde hace siete semanas.

Cuando se refieren a sus torturadores, a los fanáticos que mantienen a la periodista francesa en una sórdida mazmorra y amenazan con cercenarle la garganta, hablan de “rebeldes”.

Hay periódicos españoles que ayer no usaban ni una sola vez el término “terrorista”, en las crónicas dedicadas a la matanza perpetrada contra los desventurados que hacían cola para conseguir un certificado médico en Hilla, la antigua Babilonia.

Cuentan que el conductor del coche-bomba iba con las manos atadas al volante y que apareció junto a él un ejemplar chamuscado del Corán, pero eluden tildarlo de asesino. Lo califican de kamikaze, que a fin de cuentas tiene una connotación romántica. No como terrorista y eso que dejó sobre el pavimento 135 cadáveres y mutiló, cegó o hirió a más de doscientos inocentes. Aunque tengan que retorcer la sintaxis o luchar a brazo partido con la gramática.