lunes, noviembre 14, 2005

NO ENTIENDO qué tiene de particular, o de sectario, señalar el artículo de Robert Latona al que enlacé ayer. Y aún menos de esa "pequeña politiquillas de partidos traspasada a Internet", cuando el único problema es que en el post no recogí la noticia de la retirada de la estatua de Franco en Melilla. Claro, no puede ser simplemente porque no conociera el hecho (uno no puede estar en todo); tiene que ser un ejercicio voluntario de ocultación vete tú a saber por qué motivo. Ah, sí, por politiquería y sectarismo (¿o era por politiquerismo y sectaría?).

Pues que se retire una estatua de Franco no me parece mal, y a la mayoría de quienes no les pareció bien la de los Nuevos Ministerios tras el famoso homenaje a Carrillo opinaban en cuanto a la forma y la oportunidad, no en cuanto al fondo. Sé que en general ha funcionado el truco de presentar a quien osara elevar la más mínima duda meramente sobre la oportunidad, y no sobre el fondo, como un nostálgico del régimen anterior. Ese es precisamente parte del subfondo del artículo de Latona. Pero yo no me voy a dejar llevar a ese terreno; es pública y notoria no sólo mi aversión por el dictador -bajo cuya bota, a diferencia de muchos berreantes, sí vivi durante unos cuantos años-, sino también mi absoluta independencia de cualquier partido político.

Extraer conclusiones sólo por que no mencionara la retirada de la estatua en Melilla en un post no sólo me parece precipitado, sino corto de miras; al fin y al cabo, el asunto de las estatuas era sólo una anécdota en el artículo de Latona. Tenía cuestiones de mucho más calado, que algunos entendieron perfectamente. Y ciertas críticas lo único que hacen es confirmar que acertó de lleno.