martes, febrero 14, 2006

PEDROJOTA no es exactamente mi ídolo, pero en su Carta del pasado domingo (aviso: archivo pdf) hay fragmentos dignos de tener en cuenta. No todos, y tampoco algunas de las conclusiones que extrae, pero sí cosas como estas:
Desde el punto de vista de los ideales democráticos el comportamiento de nuestro Gobierno respecto al orquestado estallido de violencia mahometana contra intereses occidentales no ha podido ser más decepcionante y descorazonador. Aunque tras la quema de sus legaciones diplomáticas no vaya a ser víctima de una invasión convencional, Dinamarca es la Checoslovaquia de la hora actual. En lugar de solidarizarse inequívocamente con su primer ministro y con sus periodistas amenazados, Zapatero y Moratinos han puesto el énfasis en la «provocación» que supuestamente implica publicar unas viñetas «moral y políticamente rechazables» sobre el profeta de Alá. Según nuestro primer ministro -que tan poco alarde ha hecho ni de lo uno ni de lo otro cuando ha tomado iniciativas superfluamente ofensivas para millones de católicos españoles- se trata de una cuestión de «sensibilidad y respeto» antes que de un problema de «libertad de expresión».

La desorientación de Zapatero respecto a los más genuinos valores de nuestro sistema democrático empieza a resultar patética. Tantos encuentros e iniciativas conjuntas con dirigentes como el populista Chaves, el islamista Erdogan o el seudodictador Putin -cualquier cosa con tal de no alinearnos inequívocamente con las grandes democracias atlánticas- parecen estar llevándole, de ocurrencia en ocurrencia, a la más inquietante asomatognosia política. Su última iniciativa de apoyar la invitación a Hamas a Moscú de espaldas a Estados Unidos e Israel, al margen de que recuerda los intentos de la zarina y sus amigos por enseñar a Rasputin a emplear cuchillo y tenedor, es un ejemplo de esa pérdida del sentido del lugar que se ocupa en el espacio geoestratégico.A este paso la propia contribución de Zapatero a la sedicente Alianza de Civilizaciones terminará siendo irrelevante pues nadie sabrá a cual de ellas representa.

¿No es evidente que si sustituimos el rasero de la objetividad por el del relativismo irracional estamos devolviendo nuestro modelo de convivencia al oscurantismo anterior a la Ilustración? Dibujar o caricaturizar algo sólo es censurable si vulnera la ley y nunca podrá ser equiparado a destruir algo o agredir físicamente a alguien. Aceptar esa restricción respecto a Mahoma, Jesucristo o Buda supone crear un precedente que ya hay quienes desearían ver extendido a los símbolos y personas que encarnan a Cataluña, Euskadi o Extremadura o a los símbolos y personas que encarnan al Barça, al Madrid o al Athletic. ¿O no son acaso tan intensos y dignos de respeto los sentimientos nacionalistas, las pasiones deportivas o la empatía con un grupo de rock? A ver quién es capaz de trazar fronteras estancas entre religión, alienación y fanatismo.

Lo que aterra del abandonismo del presidente es su disposición a achantarse ante el despliegue de la fuerza, repartiendo las culpas entre agresor y agredido.