RAFAEL POCH, corresponsal de La Vanguardia en Pekín, escribe algo que me limito a citar tal cual porque se comenta por sí solo y además llevaría demasiado tiempo, porque no se deja ni una de las bobadas habituales:
China está de shopping en EE. UU. Una delegación de 200 ejecutivos chinos encabezada por la señora Wu Yi, viceprimera ministra, ha comenzado una gira por trece estados de la Unión. La lista de compras incluye centrales nucleares de Westinghouse, software informático, aviones de Boeing, equipos de telecomunicaciones y productos agrarios. En total, China va a comprar productos estadounidenses por impotte de 15.000 millones de dólares (casi 12.400 millones de euros).Seguid vosotros, si os apetece; a mi ya no me queda paciencia para estas cosas.
Uno puede ir de compras para cubrir una necesidad material, por capricho o para sublimar diversas frustraciones freudianas. China, que es una dama madura, está de compras por otro motivo: para calmar a un manirroto y agresivo jovencito. La economía china es subsidiaria y dependiente de la tríada, las economías de Estados Unidos, Unión Europea y Japón. Su relación con la economía de Estados Unidos es lo que se llama una ganga.
China es el taller de bajo coste en el que se han instalado las multinacionales. La mitad de lo que China exporta a EE. UU. lo producen empresas estadounidenses que se radicaron aquí para incrementar sus beneficios. Los estadounidenses, que gastan más de lo que ganan y viven por encima de sus posibilidades, tienen un déficit por cuenta corriente superior a los 800.000 millones de dólares. Gracias a China reciben productos de escaso valor añadido a precio irrisorio.
Los chinos, al contrario, son muy ahorradores. Su tasa de ahorro personal es del orden del 35% de la renta. Así han logrado hacerse con unas reservas en divisas de 853.700 millones de dólares (más de 705.000 millones de euros), las mayores del mundo, que superan desde febrero a las de Japón y que alcanzarán los mil millones para fin de año. Para entonces el déficit estadounidense ascenderá a una cantidad similar.
El tercer elemento es que China usa los ahorros tan duramente obtenidos por su población y los beneficios de sus exportaciones de economía subsidiaria comprando bonos del Tesoro norteamericano y otros valores en dólares. China es, junto con Japón, el principal banquero de Estados Unidos. Tiene 256.000 millones de dólares (unos 211.000 millones de euros) de sus reservas colocados en bonos. El año pasado los adquirió por valor de 38.700 millones de dólares (32.000 millones de euros), la mitad de todos los bonos comprados, lo que equivale a un crédito de más de cien millones de dólares diarios para sostener la economía de Estados Unidos. Es un mal negocio, porque los bonos sólo rentan un 1% anual.
La respuesta de EE. UU. hacia esta ganga es declarar a China competidora estratégica, rodearla de bases militares y alianzas con sus vecinos, acusarla de juego sucio en su relación económica, amenazarla con sanciones, denunciar sus violaciones de derechos humanos y decirle lo que tiene que hacer en, prácticamente, todos los ámbitos. El comentarista estadounidense Chalmers Johnson define esa actitud diciendo: "Insultar a tu banquero es una política poco inteligente".
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