POBRECILLOS, estos dos quijotes ante la Casa Blanca (un yanqui, una española) casi inspiran ternura:
Son parte del paisaje de la avenida Pennsylvania, un monumento vivo en la capital de tantos monumentos de mármol y granito. Han soportado inclemencias del tiempo, cárcel y agresiones, pero también la palabra amiga de miles de personas. El sábado se cumplieron 25 años de la Vigilia Pacifista Antinuclear, la protesta de dos quijotes indoblegables: William Thomas y Concepción Picciotto (de soltera, Martín). Han visto desfilar a cuatro presidentes. Testigos del apogeo y final de la guerra fría, del trauma del 11-S, ellos han seguido allí, turnándose, día y noche, frente a la Casa Blanca, para denunciar las mentiras de los sucesivos gobiernos, la locura armamentista y el imperialismo.No se sabe si debajo del casco tiene varias capas de papel albal para protegerse de las ondas electromagnéticas de los satélites que usan para controlar su mente, y tal. En fin. Y a esto le dedican toda una página de la sección de Internacional en La Vanguardia. Sólo les falta enviar a Javier Cárdenas para que los entreviste.
[...] Thomas, que pasó 90 días en prisión en 1988, es consciente de que el Gobierno, al tolerar su presencia, lo utiliza. "Les soy rentable porque pueden decir que esto es América, la libertad de expresión, bla, bla, bla", admite, pero no piensa irse hasta que se le "ocurra hacer algo mejor".
[...] Concepción, nacida en Vigo, llegó a Nueva York con 18 años, de la mano de una monja, y trabajó para la embajada española. En 1966 se inició su desdicha: "Me casé y me fastidié". Con su marido, italiano, no pudieron tener hijos y adoptaron a una niña en Argentina. La vida del matrimonio era un infierno. Ella pasó por varios hospitales psiquiátricos y perdió la custodia de la niña. Su cruzada obsesiva por recuperarla la llevó a la verja de la Casa Blanca, donde conoció a Thomas en 1981 y se unió a su causa. Concepción muestra unas manchas en la cara que atribuye a ataques con rayos láser de los agentes apostados en el tejado de la Casa Blanca. Se protege con un casco tapado por un pañuelo. Cree que su deber es perseverar y no cuenta los años: "A mí me mantiene la esperanza".
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