sábado, septiembre 09, 2006

ESTE FRAGMENTO de este artículo de Pilar Rahola trasciende el tema concreto que trata (las declaraciones de Duran i Lleida sobre el voto de los inmigrantes), y lo hace de forma espléndida:
El pensamiento libre habita en lugares solitarios y adustos. Leí esta idea –que he reinventado literariamente- en un artículo lejano de Rosa Montero, y desde entonces, la he recordado a menudo. De hecho, la he padecido. Ya hace muchos años que tengo la convicción que el pensamiento políticamente correcto se ha convertido en una forma sutil y efectiva de censura y que, lejos de ayudar a pensar “correctamente”, ha conseguido legitimar censores de la corrección, y ha enviado, a la oscuridad del escondrijo, aquellas que ideas que no formaban parte de la corriente. Muchos de los debates de fondo que tendríamos que plantearnos socialmente, quedan asfixiados por la presión de un pensamiento único que asusta a los disidentes, y así vamos estructurando una capa social políticamente correcta que es tan exitosa y presentable, como probablemente virtual y falsa. Como resulta que, además, el “pensamiento políticamente correcto” es de izquierdas, y ya se sabe que la izquierda se autoproclama propietaria inequívoca de todas las banderas solidarias (incluso cuando se enamora de monstruos), la incorrección se convierte en una especie de mancha social que nadie quiere mostrar públicamente. Por eso, las encuestas de calle de las televisiones son siempre fantásticas. ¿Quién osa decir realmente lo que piensa, micrófono en mano, sin que lo crucifiquen? Y así hemos ido pasando de puntitas por encima de los conflictos sociales y muy por encima de la capacidad de reflexionar sobre ellos. Me atrevería a decir –y así lo he expresado en las entrevistas en Sudamérica que me han hecho este mes de agosto-, que vivimos los tiempos del pensamiento fase food, un pensamiento superficial, bien decorado y repleto de calorias, pero sin otro alimento que la pura grasa. Respuestas simples a preguntas complejas, debates de fondo resueltos en un vaivén de declaraciones, reflexiones de hamburguesa para quedar bien en el aparador. Y lo políticamente correcto, volando como carroñero por encima de los cadáveres de los insolentes.
De la cruz a la raya.


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