MUY BIEN Ángel Expósito:
Hace tres meses comenté en esta columna que si un extraterrestre aterrizaba en España en plenas manifestaciones tras la bomba de la T4 "lo flipaba". Pongámonos en otro viaje interestelar, ahora, a cargo de un economista también marciano que aposentara su platillo volante en la sede de la CNMV, viera los archivos y después regresara a Marte a toda pastilla.
En año y medio, se duplica una oferta de 21,30 euros por acción sobre una compañía vital, con lo que o era un timo el inicio o una exageración el final. Por entonces, alguien habla de espermatozoides, semillitas, embarazos y Constitución. (Nuestro viajero se cree que se ha equivocado de archivo, pero pronto se da cuenta de que este país es así).
Pocos meses después, cuando todo el mundo sabe que el Gobierno está metido de hoz y coz, se empiezan a vislumbrar serias tensiones internas entre la oficina del presidente, el vicepresidente económico y la comunidad autónoma de referencia para el opante. Entonces irrumpe una compañía alemana cuyo nombre coincide con la publicidad de la compañía opada: "On".
La Comisión Europea no da crédito y toma cartas en el asunto, a lo que el Gobierno responde cambiando las reglas del juego a mitad del partido y aprueba nuevas competencias al regulador. A todo esto, los primeros ofertantes - también españoles, pero catalanes- le ven las orejas al lobo porque son rechazados en su país, no sólo por el precio de salida, sino, además, por su origen. Pasan los meses, el Gobierno se aferra contra los alemanes y aparece un nuevo actor sorpresa, también español. Un ministro se va y viene otro con una capacidad intuitiva impresionante en boca del secretario de organización de su partido.
A todo esto, se multiplican, suceden y superponen las demandas, querellas, suspensiones y medidas cautelares en España, Bruselas y Nueva York. (El amigo interestelar tiene las trompetas por los suelos).
Aparece un nuevo actor, italiano, cuya propiedad es estatal, pero eso ya no importa. Pacta con el último español y se lían a tortas con el alemán y con el opado. El presidente del Mercado de Valores quiere meterles un paquete, pero su consejo se lo impide. Hay quien dice que el Gobierno está detrás de dichos consejeros y dejan al tal Conthe colgado de la brocha, por lo que dimite por la mañana. Todo el mundo sospecha que cuando anunció la dimisión ya sabía que por la tarde pelillos a la mar y pacto entre enemigos, pero cumple el axioma que dice: "Una retirada a tiempo es una victoria".
Alemanes, italianos y el último español en liza pactan, contra pronóstico, trocear la empresa opada, con lo que no queda ni campeón nacional, ni buque insignia, ni gaitas.
El viajero espacial se pregunta: Y todo esto, ¿para qué? ¿Venderá el español vencedor dentro de un año? ¿El regulador desveló alguna trampa y al final tuvo que dimitir? ¿Aquí quién manda: el todopoderoso vicepresidente o la oficina del presidente? ¿Quién va a ser el guapo que ocupe el puesto de regulador en este país? ¿Y la Merkel qué piensa de todo esto? Si un catalán no podía quedarse con la compañía española, ¿por qué sí lo puede hacer un italiano estatal? Definitivamente, el economista extraterrestre se ha vuelto loco. Seguro que no vuelve.
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