viernes, abril 10, 2009

HE TENIDO QUE LEER un par de veces este artículo sobre los malos tratos que denuncian los escoltas de Álvarez-Cascos para asegurarme que no era un texto de The Onion, la conocida revista de humor:
Público ha tenido acceso a varias de estas notas informativas elaboradas en los últimos meses en las que los agentes relatan algunos de los incidentes protagonizados por Álvarez-Cascos. En una de ellas, los escoltas relatan cómo el pasado 24 de enero, el ex vicepresidente salió de su domicilio a bordo de su vehículo particular y les fue imposible seguirle con el coche oficial tras cometer el político conservador varias infracciones de tráfico. Según la nota, los policías pudieron mantenerse cerca de Álvarez-Cascos "a duras penas" después de que éste se saltase cinco semáforos en rojo. Al sexto, ocurrido a la altura del número 64 de la calle Santa Engracia, los policías se vieron obligados a detener su automóvil ante el temor de atropellar a los peatones.

Ese mismo día, poco antes de las cuatro de la tarde, Álvarez-Cascos volvió a utilizar su vehículo particular para desplazarse desde su domicilio al Club de Campo de Madrid. De nuevo las notas reflejan cómo el político del PP vuelve a dar esquinazo a su escolta al saltarse otro semáforo en rojo, éste situado en la calle Eloy Gonzalo de la capital. Los policías pusieron en conocimiento de la sala desde la que se controla el trabajo de los escoltas, conocida por el nombre de Titán, la incidencia y que, a la vista de la forma de conducir del político del PP, suponían que éste "prescindía" de la protección.

No es la única ocasión en que los agentes denuncian que Álvarez-Cascos no respeta el código de circulación. En otro de los escritos se destaca que el ex vicepresidente viaja a menudo en el vehículo oficial con sus dos hijos pequeños, a los que no obliga a utilizar "ni el cinturón ni la silla" de seguridad reglamentarios. De hecho, el agente asegura que el político conservador "nunca se coloca el cinturón" y que, por ejemplo, el último día de Reyes llegó a llevar hasta cinco personas, entre ellas sus hijos, en el asiento trasero del coche de escolta. "Uno de los niños, encima de él dando patadas al asiento del funcionario", se lee en una de dichas notas.

En otro parte, los agentes se quejan de tener que hacer de "niñeros" y denuncian el comportamiento de los hijos pequeños . En una de ellas, un policía asegura que uno de los críos le llamó "pasmao". "Esta situación se hace insostenible", recoge la nota, en la que además se da cuenta de que uno de los hijos del político desconectó el inhibidor un mecanismo que lleva el coche y que impide que se active por control remoto artefactos explosivos al paso del mismo al jugar con los cables. Los agentes no se dieron cuenta del incidente hasta el final de la jornada.

El modo de dirigirse a los policías también es motivo de queja. En uno de los escritos de enero, uno de los escoltas recoge cómo "chillando y faltando el respeto" Álvarez-Cascos mostró su desagrado por el itinerario que los agentes habían tomado para ir desde la Avenida de los Toreros a su domicilio, en el centro de Madrid. "Siga recto, hostias", "joder, coño, por la ruta habitual" , recogen los partes que les espetó Álvarez-Cascos. "En ningún momento se disculpa por las palabras y la forma de dirigirse", añaden los agentes.
En serio, esto es genial. El problema, por lo visto, es que de vez en cuando a Álvarez-Cascos le gusta "escaparse" de sus escoltas (cuántas veces lo hemos oído como un rasgo del Rey que lo humaniza y lo hace simpático y bonachón. Y lo curioso es que ambos seguramente lo hacen por los mismos motivos. Y hasta ahí puedo leer.) En general, muchas personas que llevan escolta se escapan de vez en cuando, o por lo menos desean hacerlo, porque llevar gente pegada al cogote en todo momento puede llegar a ser muy agobiante. Normalmente en ese caso los escoltas piden OK de su sala de control por lo que pueda pasar y miran hacia otro lado, comprensivos, en lugar de ponerse a peseguir al protegido como si fuera el malo de Bullit.

Y lo de los hijos es aún mejor. Álvarez-Cascos no es precisamente santo de mi devoción, pero por lo menos los responsable de seguridad habría de evitar que lo protegieran delicadas florecillas silvestres que no se lleven un berrinche cuando un mocoso que no levanta más que un metro y medio del suelo les llama "pasmao". No quiero ni pensar el patatús que les daría si aparece un tipo con una pistola y les dice manosarriba.

Ya tenemos el nuevo escándalo del pepé: ¡Pasmao-gate!