IMAGINO que al periodista de El País le tuvieron que pasar las sales al acabar la entrevista con Pedro Cavadas, el cirujano plástico del transplante de cara:
P. Usted abandonó sus tres Porsche y los cambió por un jeep destartalado; hay una bici a la entrada de la consulta, ¿ha cambiado el jeep por una bici?
R. Sí, voy en bici. Ayer [el día anterior a la entrevista] cayó la de Dios y me mojé mucho, pero ¡qué pánico le tiene la gente a mojarse! ¡Coño, que es agua lo que cae, no es salfumán! Ésa es mi queja contra la excesiva comodidad occidental. No te mojes, no pases frío, no pases sueño... No llegas a pasar ganas de nada; antes de que tengas ganas de algo ya te las han saciado. Esto debe de ser un efecto rebote respecto de lo de antes, cuando todo lo que tenía era carísimo, carros carísimos...
P. Cuando se ve en esa época, ¿qué ve?
R. A un pobre diablo. Siempre fui así, pero me di cuenta y por lo menos ahora he tenido la valentía de quitarme un montón de lastres. Querer tener y tener y tener genera una situación de infelicidad continua hasta que te das cuenta. No soy yo la Virgen María, pero creo en una distribución razonable de la riqueza. Eso sí, no somos todos iguales: el que curra no tiene por qué ganar lo mismo que el vago, lo siento.
Cavadas viaja tres o cuatro veces al año a Kenia. Mediante su fundación, opera a mutilados de conflictos tribales que no tienen recursos para pagarse un hospital. En diez días puede llegar a realizar 88 operaciones en lugares que carecen de los equipamientos mínimos.
P. La gente en África es dura como piedras, dice usted. Los quejidos de los occidentales deben de resultar a veces ridículos, ¿no?
R. Los occidentales somos blanditos; de todo hay, pero a igualdad de agresión, un occidental palma por un motivo muy sencillo: desde que nacemos estamos entre algodoncitos. En los últimos siglos, la medicina y el bienestar en Occidente se han cargado la selección natural. La selección natural, probablemente, sigue siendo necesaria. Allí, el que es medio blandito no cumple diez años. Aquí sabes que si lloras, alguien te hace caso.
El cirujano afirma que cree en el sistema de salud público. Que es necesario. Pero dice que la sanidad en España es irrealmente abundante. "Quien le meta mano a eso pierde las elecciones. Pero la atención ilimitada, universal, gratuita y a granel para todo el mundo, con cargo a las arcas públicas, es maravillosa como concepto, pero es irreal". Es poco amigo de las políticas de ayudas: "Las subvenciones y los subsidios generan vagos".
P. ¿Y no se plantea volver al sistema público, dado que dice que es necesario?
R. Habría que encontrar una fórmula creativa porque los hospitales públicos tienen muchas virtudes, hacen su trabajo, pero son enormes máquinas que van lentitas. La velocidad de mi equipo es mil veces superior. Entrar allí para estar todo el día peleándome con todo el mundo, no; ya no.
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