CUANDO hace unos 20 años se dictó la fatwa contra Salman Rushdie, prácticamente todas las fuerzas vivas se pusieron de su lado, como debe ser. Ahora, lo mismo ocurre con el danes caricaturista de Mahoma y todo el mundo calla, como no debería ser. ¿Por qué?
Según Henryk Broder en Spiegel, por puro miedo.
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