ANA NUÑO:
“Qué gracia puede tener ejercer de humorista cuando el gobierno te hace el trabajo”, decía Will Rogers, el primer cowboy metido a actor y humorista político. Con una frase que es casi una versión humorística de la paradoja de Epiménides. La misma que podrían decir o decirse los humoristas políticos venezolanos. Algunos de ellos tan agudos que, a su lado, los comentaristas y opinadores “serios” parecemos torpes, pedantes y, sobre todo, errados en nuestros análisis y diagnósticos.
¿Será porque “el gobierno les hace el trabajo” que los humoristas brillan por su ausencia en España? En todo caso, el país parece haber perdido el humor, como recientemente se lamentaba Javier Marías. El esprit de sérieux -el espíritu de la pesadez- está convirtiendo a los españoles en ceñudos y sañudos tiquismiquis, dispuestos a partirle la cara al prójimo por un quítame allá esas pajas. No se pueden hacer chistes sobre gallegos o catalanes, y no quiero imaginar las consecuencias, ahora mismo, de no tomarse en serio a Garzón o al juez Varela. La pesadez, además, siempre trae aparejada la trivialidad, por no decir la vulgaridad. Por salubridad pública, habría que recubrir las vallas publicitarias de media España con una variante de aquel aforismo de Oscar Wilde: “Nada hay tan vulgar como tomarse en serio”.
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