GENEALOGÍA de un despropósito:
La magnitud del desastre laboral español es tal que nos hemos acostumbrado a ver el paro y el resto de particularidades de nuestro mercado de trabajo como características naturales, o como manifestaciones de una maldición bíblica de la que no es posible librarse y que hay que sufrir con resignación. Tasas de paro inconcebibles en la mayoría de los países desarrollados, un desempleo juvenil que se dispara hasta el 45% y una estructura dual que discrimina entre trabajadores fijos protegidos y ese 20-30% de trabajadores precarios que corresponde mayoritariamente a colectivos como jóvenes, mujeres e inmigrantes: peor pagados, menos cualificados y condenados a vagar se diría que eternamente por las afueras del mercado laboral. Tras la naturalidad con que parecemos asumir este panorama están, en primer lugar, la fuerte red de solidaridades familiares y la peculiar composición de nuestro desempleo, que evitan el estallido social al que abocarían fenómenos similares en otros lugares. Y quizás algo de nuestra afición a las explicaciones culturalistas del tipo “el problema de España es que está llena de españoles”. Pero los discursos conformistas obedecen también, sin duda, a la acción de grupos de interés que se benefician de la situación actual o al menos creen tener algo que perder en un mercado laboral distinto.Leedlo entero.
Por ello, es necesario echar la vista atrás para entender cómo hemos llegado hasta aquí y que el mercado laboral español no es una necesidad histórica ni un destino manifiesto, sino el producto de decisiones, equilibrios y políticas muy concretos. Repasémoslas.
ACTUALIZACIÓN. Las grandes empresas estiman que la reforma laboral permitirá crear 700.000 empleos a medio plazo.
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