EN ESTO Sostres tiene bastante razón:
Si todos los cargos que honestamente discreparan de una Administración tuvieran la valentía de dimitir, la política no sería tan miserable, ni tan mediocre, ni estaría tan distanciada de los ciudadanos. Si decir la verdad, más que una extravagancia, se considerara una obligación, todos nos sentiríamos más implicados, más interpelados, más orgullosos de pertenecer a algo colectivo e ilusionante.
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