martes, enero 22, 2013

EL DISCURSO de ayer de Obama en su toma de posesión ha dejado a unos cuantos deshidratados de tanto babear (aquí tenéis un ejemplo), aunque sea el presidente reelegido con menos popularidad desde la Segunda Guerra Mundial, según Gallup. A mi me pareció, en cuanto a la forma, que Obama se estaba esforzando demasiado en dar un discurso que pasase a la Historia con mayúsculas, dándole una entonación exagerada que le hacía parecer el pastor de una iglesia de Harlem (casi esperaba oir el típico "Amen" y que saliese el coro de gospel a cantar y dar palmadas rítmicamente) a pesar de que él normalmente no entona así: suele ser más 'profesoral'. Dicho de otro modo, es como estuviese "jugando" a ser Martin Luther King el día del 'I have a dream'. Pero claro, ni él es MLK, ni el país es el mismo que en 1963, como demuestra el hecho de qué el mismo, alguien de raza negra, es presidente del país.

En cuanto al fondo, resultó bastante previsible, con llamamientos a la unidad que deben ser contrastados en la práctica (de hecho, hace cuatro años fue más claro en ese sentido, y ya véis lo que ha ocurrido), y poniendo mucho énfasis en aspectos sociales (gays, inmigración) a la vez que pasaba de puntillas por el asunto más importante que tiene entre manos, la cuestión fiscal y presupuestaria. Eso sí, es de agradecer que por lo menos esta vez no se pusiese la medalla de haber 'cazado' a Bin Laden.

En resumen, un discurso que ha encantado a sus fans e irritado a sus detractores. Posiblemente tengan razón tanto unos como otros.