[E]s condición necesaria para que pueda darse el fenómeno indeseable de la corrupción que alguien tenga delegado el poder de tomar decisiones en nombre de otros. Y cuando los políticos deciden en nuestro nombre el destino de entre el 40 y el 50% de la producción del país en términos de PIB, es evidente que el terreno está abonado para que se den prácticas ilegales. La tarta es demasiado golosa como para desaprovechar las oportunidades que brinda el elefantiásico tamaño del estado y el grado de intromisión que le hemos permitido que alcance en nuestras vidas.
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