ISRAEL, fábrica de startups en el desierto:
“La tecnología ha cuajado en Israel por una evolución lógica, la de un país que tiene por cultura la innovación y el esfuerzo”. Habla Saul Singer, coautor de Start-up nation, el bestseller económico que trata de explicar por qué un país inestable, de ocho millones de habitantes y poco más de 20.000 kilómetros cuadrados, ha logrado situarse como el nuevo Silicon Valley, el segundo mejor destino para los inversores después de la bahía de San Francisco. Singer reconoce que la etiqueta “milagro” vende, pero casi se inclina más por la de “tesón”. “Somos un microcosmos único. Hemos levantado un gran país en 65 años por una confluencia de entrega, organización, descaro, igualitarismo, individualismo… Todo eso revolucionó la agricultura con riegos y abonos desconocidos en los 70 y 80 y ahora cuaja en la tecnología”, abunda.
El suyo es un orgullo apuntalado con datos irrebatibles. Israel es el primer país del mundo en número de nuevas empresas por habitante, una por cada 1.844 ciudadanos. Tras Estados Unidos y Canadá, es el que más empresas tiene cotizando en el índice tecnológico Nasdaq, 64, más que la Unión Europea, China, India, Japón, Corea del Sur y Singapur juntos. Sólo los norteamericanos superan sus 4.800 empresas de nueva creación. Su inversión en capital riesgo per cápita es 2,5 veces superior a la estadounidense y unas 30 veces superior a la europea, con unos 170 dólares por persona frente a los 3 de España. Israel es líder mundial en el número de patentes per cápita y es también el número uno en el gasto de I + D per cápita, con el 4,5% de su Producto Interior Bruto (PIB). Son datos del Fondo Monetario Internacional, de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), del Gobierno israelí.
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