HAY QUE SER MALO para calificar el hallazgo de reservas gigantescas de petróleo y agua en Kenia —suficientes como para acabar con la pobreza en la zona— como “pesadilla” sólo por si acaso se acaban metiendo algunas pérfidas multinacionales.
Es muy fácil escribirlo estando en un mullido sillón de un cómodo despacho en un país supuestamente desarrollado, pero para los keniatas que ahora se mueren de hambre y sed es una bendición —incluso con multinacionales.
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