ADIÓS A RUBALCABA; pocas veces se habla de él —tanto amigos como críticos— sin aludir a su gran inteligencia que, en mi opinión, está más que sobrevalorada. Tonto no es, desde luego, pero tampoco es ese genio que tantos afirman. Y ha cumplido el famoso principio de Peter, ascendiendo hasta su nivel de incompetencia. Como líder, se le ha cortado la nata, que diría el pedagogo canadiense. Era hábil como número dos, igual que lo fue —salvando las distancias— Alfonso Guerra. Pero éste sabía que no tenía el perfil adecuado como primero de la fila mientras que Rubalcaba, erróneamente, creyó que sí.
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