EL PASADO LUNES me perdí el extraordinario artículo (aviso: formato .pdf) de Juan Pablo Fusi en... El País, nada menos. Ahí van los primeros párrafos:
Con la aparición de libros como Teoría de la justicia (1972), de Rawls; Anarquía. Estado utopía (1974), de Nozick; Taking Rights Seriously (1977), de Dworkin; El liberalismo y los límites de la justicia (1982), de Sandel, y Les libéraux (1983), de Pierre Manent, y al hilo de la revalorización del pensamiento de Popper, Aron, Orwell, Arendt y Berlin, previamente descalificados como exponentes del "liberalismo de la guerra fría", pareció producirse en los años citados -antes, pues, de la caída del comunismo- el retorno del liberalismo como pensamiento vertebrador de la sociedad contemporánea.En eso estamos, Juan Pablo, en eso estamos.
No fue así, por lo menos en España, y por una razón: porque el pensamiento de la izquierda era ya entonces -años del franquismo tardío y de la transición a la democracia- el pensamiento hegemónico del país. Esa hegemonía, posible porque en España el pensamiento de la derecha era entonces y lo es aún o inexistente o carente de legitimidad y prestigio, se ha mantenido, además, plenamente vigente. Con un agravante: que a medida que ha ido perdiendo sus grandes mitos e ideas fundacionales (la revolución, el socialismo, la igualdad, la lucha de clases...), el pensamiento de la izquierda ha ido desembocando en un pensamiento blando y sentimental, vaguedades bienintencionadas de aceptación universal e indiscutible sobre la paz, el diálogo entre pueblos y culturas, el intervencionismo humanitario y la solidaridad en la tierra, coartadas emocionales de una sociedad acomodada carente de moral para ir a la raíz de las cosas y de afrontar las decisiones a veces dramáticas que su solución requiere (por lo que, en España, la obligación del pensamiento honesto tendría que ser disentir de la izquierda, rebelarse contra esa bondadosería débil e ineficaz instalada en nuestra vida intelectual salvo por alguna excepción magnífica como Juaristi).
ACTUALIZACIÓN. Josep Maria Fàbregas, de Nihil Obstat, interpreta el artículo de forma menos entusiasta; lo ve como un artículo con actitud condescendiente, perdonavidas:
Tinc la impressió -i m'agradaria equivocar-me- que l'article de Fusi forma part d'aquèlla mena de cançó enfadosa que fa anys, els que aleshores erem d'esquerres, repetiem quan ens voliem fer els assenyats, moderats i responsables: el problema d'Espanya no és l'esquerra sinó la inexistència d'una dreta homologable a la de França, Alemanya o el Regne Unit!. Això no era cert, però la llosa del franquisme va amagar la realitat d'una constel·lació de liberals i neoconservadors, perfectament sintonitzats amb el nou pensament de dreta europeu, però eclipsats per l'hegemonia de l'esquerra, que havia aconseguit importants parcel·les de poder en diverses institucions i mitjans de comunicació.Señala específiamente la frase de Fusi "Esa hegemonía, posible porque en España el pensamiento de la derecha era entonces y lo es aún o inexistente o carente de legitimidad y prestigio, se ha mantenido, además, plenamente vigente", con énfasis en "lo es aún".
La verdad es que releo el artículo y es posible que JM Fàbregas tenga razón. Pero de momento sigo decantándome algo más -quizás porque quisiera que fuera así, optimista que es uno- por la interpretación de que Fusi está describiendo la situación tal como es. Y es que no se puede negar que el discurso público ha estado en el pasado y sigue absolutamente dominado por el pensamiento de la izquierda, que se presenta como el único moral y legitimado. Tanto que incluso se permite el lujo de alardear que puede llegar a mentir para perseguir sus fines, como demuestra la mema acogida al "docutrola" de Michael Moore. A sensu contrario, ello implica que el discurso del liberalismo, y no digamos de la derecha, es visto como carente de prestigio, incluso de legitimidad, hasta el punto de que hasta sus seguidores parecen a veces estar pidiendo perdón por no ser "como los demás" (no, no voy a usar la palabra maricomplejines; no me gustó demasiado de entrada, pero ahora que no deja de oírse me provoca un cierto repelús.)
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