miércoles, septiembre 01, 2004

EL PASADO LUNES me perdí el extraordinario artículo (aviso: formato .pdf) de Juan Pablo Fusi en... El País, nada menos. Ahí van los primeros párrafos:
Con la aparición de libros como Teoría de la justicia (1972), de Rawls; Anarquía. Estado utopía (1974), de Nozick; Taking Rights Seriously (1977), de Dworkin; El liberalismo y los límites de la justicia (1982), de Sandel, y Les libéraux (1983), de Pierre Manent, y al hilo de la revalorización del pensamiento de Popper, Aron, Orwell, Arendt y Berlin, previamente descalificados como exponentes del "liberalismo de la guerra fría", pareció producirse en los años citados -antes, pues, de la caída del comunismo- el retorno del liberalismo como pensamiento vertebrador de la sociedad contemporánea.

No fue así, por lo menos en España, y por una razón: porque el pensamiento de la izquierda era ya entonces -años del franquismo tardío y de la transición a la democracia- el pensamiento hegemónico del país. Esa hegemonía, posible porque en España el pensamiento de la derecha era entonces y lo es aún o inexistente o carente de legitimidad y prestigio, se ha mantenido, además, plenamente vigente. Con un agravante: que a medida que ha ido perdiendo sus grandes mitos e ideas fundacionales (la revolución, el socialismo, la igualdad, la lucha de clases...), el pensamiento de la izquierda ha ido desembocando en un pensamiento blando y sentimental, vaguedades bienintencionadas de aceptación universal e indiscutible sobre la paz, el diálogo entre pueblos y culturas, el intervencionismo humanitario y la solidaridad en la tierra, coartadas emocionales de una sociedad acomodada carente de moral para ir a la raíz de las cosas y de afrontar las decisiones a veces dramáticas que su solución requiere (por lo que, en España, la obligación del pensamiento honesto tendría que ser disentir de la izquierda, rebelarse contra esa bondadosería débil e ineficaz instalada en nuestra vida intelectual salvo por alguna excepción magnífica como Juaristi).
En eso estamos, Juan Pablo, en eso estamos.

ACTUALIZACIÓN. Josep Maria Fàbregas, de Nihil Obstat, interpreta el artículo de forma menos entusiasta; lo ve como un artículo con actitud condescendiente, perdonavidas:
Tinc la impressió -i m'agradaria equivocar-me- que l'article de Fusi forma part d'aquèlla mena de cançó enfadosa que fa anys, els que aleshores erem d'esquerres, repetiem quan ens voliem fer els assenyats, moderats i responsables: el problema d'Espanya no és l'esquerra sinó la inexistència d'una dreta homologable a la de França, Alemanya o el Regne Unit!. Això no era cert, però la llosa del franquisme va amagar la realitat d'una constel·lació de liberals i neoconservadors, perfectament sintonitzats amb el nou pensament de dreta europeu, però eclipsats per l'hegemonia de l'esquerra, que havia aconseguit importants parcel·les de poder en diverses institucions i mitjans de comunicació.
Señala específiamente la frase de Fusi "Esa hegemonía, posible porque en España el pensamiento de la derecha era entonces y lo es aún o inexistente o carente de legitimidad y prestigio, se ha mantenido, además, plenamente vigente", con énfasis en "lo es aún".

La verdad es que releo el artículo y es posible que JM Fàbregas tenga razón. Pero de momento sigo decantándome algo más -quizás porque quisiera que fuera así, optimista que es uno- por la interpretación de que Fusi está describiendo la situación tal como es. Y es que no se puede negar que el discurso público ha estado en el pasado y sigue absolutamente dominado por el pensamiento de la izquierda, que se presenta como el único moral y legitimado. Tanto que incluso se permite el lujo de alardear que puede llegar a mentir para perseguir sus fines, como demuestra la mema acogida al "docutrola" de Michael Moore. A sensu contrario, ello implica que el discurso del liberalismo, y no digamos de la derecha, es visto como carente de prestigio, incluso de legitimidad, hasta el punto de que hasta sus seguidores parecen a veces estar pidiendo perdón por no ser "como los demás" (no, no voy a usar la palabra maricomplejines; no me gustó demasiado de entrada, pero ahora que no deja de oírse me provoca un cierto repelús.)