DAVID GISTAU:
La ejecución, en Faluya, de un herido por un «marine» ha sido considerada por el anti-americanismo como un episodio característico de esta guerra en concreto comparada con otras supuestamente más limpias y galantes, como la Segunda Mundial. Bastan Spielberg y Jones, quien sirvió como «marine» en el Pacífico, para comprender que, aunque la cámara de un periodista no siempre estuviera ahí para convertir la violencia en consumo doméstico, las guerras, todas las guerras, están hechas de episodios como la ejecución de Faluya.
[...] En esta circunstancia bélica concreta, la grandeza moral de Occidente frente al integrismo es que nosotros conservamos la capacidad de escandalizarnos y de castigar. El «marine» de Faluya, como los torturadores de Abu Ghraib, pagará por lo que ha hecho y probablemente acabará en la cárcel. En cambio, los asesinos en serie como Zarqawi, por sus decapitaciones atroces de civiles, por sus ejecuciones en la cuneta de una carretera de policías iraquíes secuestrados, son elevados a la categoría de héroes por su propia gente e incluso aprobados, desde la «fatwa», por sus líderes religiosos, quienes han de establecer cuál es la medida moral, a qué lado de la línea se está.
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