ADEMÁS DE EN ESPAÑA, en Portugal también había ayer una cita con las urnas para unas elecciones generales en las que el partido socialista ha alcanzado la mayoría absoluta. Pero que no se alegre mucho Manu y compañía: el algo contradictorio José Sócrates, primer ministro electo, se enfrentaba a un más contradictorio Pedro Santana, a quien entre otras cosas le ha pasado factura el juego sucio durante la campaña, en la que aludió repetidamente a supuestos rumores sobre la orientación sexual de su contrincante, como si eso fuera pecado.
Por otra parte, Sócrates tiene más de liberal que de socialista, como nos recordaba ayer La Vanguardia, y pertenece a la rama más moderada del partido, enfrentada constamente a la corriente soarista. Y cualquiera que le cante las cuarenta a Sua Excelência tiene automáticamente mi simpatía, dicho sea de paso.
Un detalle significativo es que, cuando al inicio de la campaña los medios empezaron a bautizarle como "el Zapatero portugués", él reaccionaba de forma bastante airada: "yo soy como Tony Blair, no como Zapatero", a quien, por cierto, no invitó a su campaña en ningún momento, entre otras cosas porque Sócrates se mostró contrario a la retirada de las tropas de Iraq, en una muestra de sentido de estado que para nosotros quisiéramos. Ya sabemos que Zapatero se ha convertido en radioactivo en la esfera internacional. Ni con guantes, vamos.
Está claro que hay clases y clases.
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