domingo, marzo 20, 2005

SE PUEDE SER CRÍTICO con las políticas de los principales países de occidente, pero de ahí a bailarle el agua a una dictadura atroz sólo porque se opone a todo lo occidental hay un trecho. Trecho que desgraciadamente ha recorrido no sólo Mauricio Vicent en El País, como decía en el post anterior, sino también -y no sé lo que es peor- Joaquín Luna en La Vanguardia de ayer, tragándose el anzuelo de las afirmaciones de dos profesores norcoreanos que están visitando Barcelona y que niegan todas las noticias adversas sobre el país. "Desmienten que haya hambrunas, deserciones o -se ríen- ejecuciones." ¿Las ejecuciones que se vieron en televisión el otro día? Inventadas. ¿Hambrunas? No, sólo dificultades. ¿Huidas a China? qué va, esos no son norcoreanos, son chinos que vuelven a su tierra.

En serio, leed el artículo porque es de antología.

Todo ello, dicho mientras eran acompañados constantemente por un delegado del régimen (cuyos colegas en aquel país probablemente están acompañando al mismo tiempo a las familias de los dos profesores). Se trata de una operación de propaganda tan transparente que es casi una ofensa a la inteligencia, pero a la que La Vanguardia presta su altavoz sin comprobar absolutamente nada.

Quiero pensar que por mera incompetencia periodística pero, sinceramente, no sé qué es peor: ¿cómo calificar a un medio de comunicación tan crédulo que no se cuestiona si lo que tiene delante son agentes del régimen, o gente de buena fe obligada por agentes del régimen a decir lo que el tirano quiere que se diga?

Aunque en realidad no sé por qué escribo este post: casi mejor no decir nada y ponerse en contacto con ellos a ver si les interesa un puente chulísimo que tengo a la venta...