COMO OS DECÍA, mejor que escribir yo -porque me embalaría, indignado con prácticamente todo lo que se ha podido leer y escuchar hoy sobre el tema en los medios de comunicación- he pensado que lo más indicado es dejar el espacio a quien sí sabe de que habla, porque está allí sobre el terreno. Se trata de Mohammed y a Omar de Iraq The Model, los dos bloggers iraquíes a quienes a estas alturas ya puedo considerar amigos personales. El texto continuación es la traducción de lo que han escrito ellos en inglés en su blog más un comentario adicional dirigido a los lectores de este blog. Ahí va:
Tercer aniversario: sacrificio, miedo y esperanzaToda una lección a la que sólo cabe responder de un modo: shukran sadeeqi!
Hace ya tres años que empezó la Operación Libertad Iraquí y durante tres años hemos estado debatiendo si la decisión fue correcta o no, y hasta el momento tenemos sensaciones encontradas sobre esta operación y hacia dónde nos llevarán sus consecuencias.
La discutida operación sin duda ha tenido, y continuará teniendo, efectos importantísimos en el futuro de la región y de todo el mundo, ya que no se limita a las fronteras de Iraq; este es un hecho que hace que la discusión racional sobre ésta sea perfectamente legítima.
Por lo que a mi respecta, cada aniversario me provoca emociones, pensamientos y expectativas; algunas personales, pero otras relativas al futuro de mi país y de sus gentes. Hoy revivo esos momentos históricos y recuerdo cómo mi mente los aceptó y dió la bienvenida como todos, o por lo menos la mayoría de iraquíes, que estaban rezando para ver a Saddam derribado sin siquiera pensar en las posibles consecuencias; todo lo que queríamos era ver a Saddam desalojado del poder, y punto.
Quizás muchos recordéis cómo reaccionaron los iraquíes en un primer momento: dirigieron su ira contra todo aquello que les recordase el régimen que tanto odiaban, quemando y saqueando cualquier cosa que representara a Saddam y a los suyos. Tanto ricos como pobres se lanzaron a esos edificios porque esos grupos enfadados sentían que esos edificios eran propiedad de Saddam; poco de nosotros nos dábamos cuenta en aquellos momentos que lo que hacíamos estaba mal, pero las emociones que nos impulsaban eran comprensibles.
El humo se disipó y nos despertamos, y en lugar de un presidente-Dios y su puño de hierro alrededor de nuestros destinos, nos encontramos sin guía, sin otra indicación que nuestra naturaleza que había permanecido enterrada: la de amar y practicar la libertad.
El verdadero cambio empezó entonces, en ese momento en que se mezclaron la razón y los sentimientos: ¿éramos libres, o es que estábamos perdidos?
En realidad había algo de ambas cosas, y también una sensación de alivio inmenso porque las terroríficas predicciones de que la guerra iba a causar cientos de miles de muertos, hambrunas y oleadas de refugiados escapando del país no se habían materializado. Al contrario, la operación militar en sí misma fue limpia y exitosa bajo todos los parámetros, y no causó un daño serio a la población civil, a la infraestructura, o a las mismas tropas.
Saddam ya no estaba y, de repente, los iraquíes y los americanos se encontraron cara a cara en un lugar que a ambos les parecía nuevo. Casi no sabían nada el uno del otro, ya que la prisión que Saddam había construido a nuestro alrededor hizo que el mundo no supiese casi nada de los iraquies, excepto los lamentos de los que lograron escapar a los horrores del tirano. Por otro lado, todo lo que los iraquíes sabíamos de los americanos era que se suponía eran enemigos despiadados de los musulmanes y de los árabes, como invasores que venían por el petróleo, como los que siempre estaban del lado de Israel frente a los palestinos, como los que habían impuesto las sanciones contra nuestro país y, sobre todo, los veíamos como la América que nos había dejado abandonados en 1991.
Ahora esos dos extraños tenían que trabajar codo a codo para conseguir un objetivo sobre el que los iraquíes no sabíamos prácticamente nada; sabíamos que América quería derribar a Saddam y mantener la seguridad de los campos petrolíferos, pero eso era todo lo que sabíamos, mientras que América estaba pensando en una gran transformación de todo Oriente Medio, con Iraq como la clave de esa transformación.
La brecha entre ambos era enorme, pero no teníamos más opción que trabajar juntos porque de repente, y en un momento que no habíamos elegido, los americanos y un grupo de líderes iraquíes exiliados estaban sustituyendo un régimen que estuvo controlando todo durante demasiado tiempo.
Los iraquíes estábamos confusos, éramos vulnerables, y había demasiadas diferencias que sobrepasar, pero estábamos donde estábamos, no había nada que pudiésemos hacer; nos tuvimos que preparar para unos pasos que algunos iraquíes pensaban que eran improvisados y arbitrarios, mientras otros pensaban que habían sido planificados hacía mucho.
Así que la cuestión sigue dando vueltas en nuestras cabezas: fue correcta la decisión de derrocar a Saddam?
Yo digo que sí, y eso es también lo que pensaba entonces la mayoría de iraquíes aunque estén divididos en torno a lo que ocurrió después... la verdad es que prácticamente nadie quiere que vuelva Saddam.
Simplemente ignoraré a los lloricas, a los protestones, a los adolescentes y a los ingenuos ignorantes y sus estúpidos aliados, porque no quiero perder el tiempo con gente que no sabe hacer otra cosa que oponerse ciegamente sin pensar. Los ignoraré y me centraré en los objetivos verdaderamente importantes que aquí queremos alcanzar.
La vida se paró y el tiempo se paró cuando Saddam gobernaba Iraq; en realidad el régimen totalitario estaba moviéndose hacia atrás y nos estaba arrastrando a todos con él. Nada podía parar el deterioro que empezó en el mismo momento en que Saddam accedió al poder. Tuvimos que aceptar el cambio y aprender a vivir con todo lo que éste trajera, fuese bueno o malo.
La democracia de la que gozamos ahora en Iraq es exactamente lo contrario de lo que habíamos estado viviendo durante décadas, hasta hace tres años. Esta democracia implica la esencia de la vida, las diferencias, la dinámica y sí, también los errores. Pero también la semilla de un futuro mejor.
Antes de la liberación sufríamos y no teníamos esperanza; ahora también sufrimos pero tenemos esperanza, y veo esa esperanza incluso en las palabras de quienes se muestran cínicos respecto al resultado del proceso, que esperan que las cosas estén mejor dentro de cuatro u ocho años... Cuando Saddam estaba aquí no teníamos ninguna esperanza, y no podíamos esperar nada mejor de un régimen muerto al que sólo le preocupaba su propia existencia.
Sí. Tenemos ante nosotros desafíos enormes y peligrosos, lo que no es extraño porque el pasado no cederá ni aceptará su derrota fácilmente; el pasado luchará con fiereza, y el pasado no es sólo Saddam o el Baath: se encuentra también en muchos de nuestros líderes actuales y en la mentalidad que arrastran. Pertenecen a la misma generación que acunó a Saddam, pero creo que esta mentalidad se disolverá porque no se puede luchar contra el tiempo; no se puede hacer que un reloj vaya marcha atrás.
El brote que está floreciendo parece débil, está enterrado en el barro y rodeado de una cáscara dura, pero la romperá y se pondrá en pie anunciando una nueva era.
No nos derrotarán, y los huérfanos de un oscuro pasado que ya está atrás obtendrán lo que se merecen; nuestro sacrificio, y el de los que están con nosotros, no será en vano. Nuestro sacrificio preparará el camino para que lo tengan más fácil quienes nos quieran seguir, cuando crean que ha llegado el momento del cambio también para ellos.
Y sí... Iraq será el modelo [nota para despistados: es una referencia al nombre de u blog -- FA]
Los iraquíes y los americanos están luchando en estos momentos contra el mismo enemigo que atacó los trenes en Madrid. Nos alegró que los españoles fueran socios en esta guerra contra el terrorismo, aunque nos decepcionó cuando decidieron retirarse; esperamos que nuestro sacrificio aquí en Iraq sirva para que todo el mundo esté más seguro frente a la maldad terrorista.
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