"CUANDO LOS BORREGOS están gorditos, los lobos aúllan de contento"; muy bien Félix de Azúa:
Hoy no es posible determinar físicamente el Mal, nadie puede señalarlo, nos tenemos que conformar con las viñetas de hace un siglo: orondos fumadores de habanos, tocados de chistera, que aparecen en las tibias viñetas de algunos dibujantes. Un tremendo anacronismo que demuestra hasta qué punto es invisible la figura que hoy ocupa ese lugar. El Malvado no tiene aspecto, carece de idea.
Tan invisible es que en una panoplia con retratos de gente capaz de hacernos insoportable la vida, una inmensa mayoría de los españoles señalaría, sin la menor vacilación, al presidente de los EE UU como el mayor enemigo de nuestra felicidad. Ese lejano fetiche concita todos los resentimientos y muchos deliran que es él quien dificulta nuestros apacibles menesteres. Sin embargo, el Mal siempre está mucho más cerca y es el Mal mismo quien propone monigotes para nuestra distracción.
No es Bush quien mantiene en una situación próxima a la miseria a millones de españoles menores de cuarenta años. No es él quien ha permitido y seguramente fomentado que los precios de la vivienda sean los más caros de Europa, algo perfectamente insoportable si se le añade que también se permite y fomenta la edificación de peor calidad del continente. No es él quien ha arrasado la educación en España y ha creado varias generaciones de analfabetos con título universitario. No es él quien impide la creación de familias jóvenes por la imposibilidad de compaginar trabajo y maternidad. No es él quien mantiene una red de transportes miserable a precios más elevados que en EE UU. Ni es Bush quien permite que los clientes de bancos, telefónicas, eléctricas, compañías de agua y gas, es decir, la totalidad de la población, sea estafada inmisericordemente con la ayudadel Gobierno. O Bush quien ha cementado la línea costera del Mediterráneo. O el que envenena el agua potable de Cataluña. O el que esclaviza a los inmigrantes ilegales. Y así sucesivamente.
España no es el único ejemplo de sociedad en donde una poderosa e invisible cúpula fáctica mantiene en la minoría de edad a la población y la distrae agitando el muñecón del sátrapa extranjero e imperialista. La extrema docilidad de las poblaciones, por lo menos las europeas, y la casi inexistente información, deja las manos libres a los dueños de la información y a los manipuladores de poblaciones.
[...] No es Bush quien impide los cambios, las reformas, las transformaciones, las renovaciones en un continente envejecido y paralizado. Ni es él quien distrae a la población con novedades simbólicas, banderas, himnos, uniformes, patriotismos reaccionarios disfrazados de futuro o cambios ornamentales que sólo atañen a las mercancías de mayor circulación mediática.
Quien impide los cambios imprescindibles, o incluso los necesarios, no vive en otro país, vive aquí mismo. No sabemos quién es ni cómo se llama, sabe evitar a la prensa y es muy difícil señalarlo. Cuando las fuerzas destructivas son impunes y secretas, no puede haber sarcasmo o ironía, no se puede usar el ingenio para ridiculizar al Malvado. Quizás, no sea yo el único en observar que ha desaparecido de nuestro país el humor, la distancia, el escepticismo, la burla y por supuesto la crítica. Sólo se critica (en realidad, se insulta) al enemigo, una tarea ancilar y burocrática, de una seriedad monacal.
Se acabó el arte de la disidencia, es una forma de pasado. Escribo este artículo con motivo de la reciente muerte de Jean-François Revel y como homenaje al último emmerdeur de Francia. En el lugar que antes ocupaban los insumisos como él, haciendo equilibrios mortales para que no les rompieran la crisma, ha colocado su rotundo trasero la ufana tropa de corderos con denominación de origen que bala su bondad infinita desde todos los medios de comunicación hasta ensordecernos.
Y cuando los borregos están gorditos, los lobos aúllan de contento.
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