VIENDO una nueva toma de posesión de un nuevo presidente de los EEUU, lo primero que me ha venido a la cabeza al ver a los Obama llegar a la Casa Blanca y ser recibidos a las puertas por los Bush, con quienes van a tomar un café antes de ir al Capitolio para el juramento; viendo el civilizado y genuino respeto entre dos hombres que son rivales políticos; viendo todo esto a la luz del día, con ese sentido protocolario -en el mejor de los sentidos- que supone la transmisión pacífica del cargo independientemente de quién lo ocupe, lo primero que he pensado es algo muy simple:
Qué envidia.
Qué envidia.
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