martes, enero 19, 2010

"HAGAMOS EL FAVOR de no ponernos histéricos, please. Antonio Casado se pasa de frenada, olvidando que casi siempre la navaja de Hanlon lo explica todo. Escribe hoy sobre la foto de Llamazares:
¿Una torpeza cometida en el departamento informático de la más sofisticada agencia federal del mundo en materia de investigación policial? Cuesta creerlo. Cuesta creer que entre los millones de rostros que circulan por la red de redes, los sagaces agentes del FBI hayan ido a elegir la imagen de un dirigente comunista de reconocida aversión a las políticas intervencionistas de los Estados Unidos. Sabiendo, como sabemos, que la imagen fue tomada de una campaña electoral de Izquierda Unida, no es decente ni creíble atribuir el episodio a la casualidad.
¿A qué hay que atribuirlo entonces? ¿De verdad cree Casado que el FBI tiene interés en "cazar" a Llamazares? Y, si es así, ¿por qué no lo ha hecho hasta ahora? Si tan perversos son, ¿necesitan buscar una excusa, y encima una excusa tan lamentable y que les ha puesto públicamente en ridículo? Con lo fácil que es hacer que alguien tenga un inexplicable "accidente" en unas escaleras.
Estados Unidos estaba buscando a Bin Laden y lo encontró en España, según titulaba irónicamente ayer la CNN, contagiada por el tratamiento que los propios medios españoles le dieron al tema. Maldita la gracia que han tenido en la ligereza de sus informaciones sobre una persona cuya seguridad, efectivamente, está ahora más en peligro que la del propio Bin Laden.

¿Efectivamente? La verdad es que cuesta entender una idea tan mema. Una cosa es que la seguridad de Llamazares sea ahora inferior que antes. Algo más que discutible (de hecho podría decirse que este incidente lo blinda, ya que el FBI a partir de ahora va a ser el primer interesado en que no le pase nada; un poco más y le ponen escolta), pero argumentable. Lo que es estúpido es decir que su seguridad, disminuida o no respecto a la que tenía antes del fiasco, sea inferior a la del terrorista más buscado del mundo que vive (si es que está vivo) en una cueva en la zona inhóspita entre Pakistán y Afganistán sin poder salir para ir a su escaño en el Congreso, o a tomar unas cañas y decir a cualquiera con el que se cruza por la calle que su seguridad está en peligro.