LORENZO BERNALDO DE QUIRÓS echa un jarro de agua fría sobre la nostalgia en torno a los Pactos de la Moncloa que lleva a muchos a pedir su reedición:
Los Pactos de la Moncloa sirvieron para yugular una inflación galopante que podía desembocar en una hiperinflación pero no lograron iniciar una dinámica de reducción progresiva de ese desequilibrio y sentaron los cimientos de esa práctica perversa consistente en comprar la «paz social» a cambio de más gasto público. El coste presupuestario del acuerdo monclovita fue del 1 por 100 del PIB. Además cristalizaron una política de rentas que retrasó la liberalización del mercado laboral y fueron una causa eficiente del acelerado aumento del desempleo. El Estatuto de los Trabajadores de 1979, una de las consecuencias legislativas de los Pactos, consagró unas instituciones laborales rígidas, responsables de la persistencia durante las tres décadas siguientes de una elevada tasa de paro. Este status quo pervive en la actualidad.
[...] La política de rentas, piedra angular de los Pactos de la Moncloa y de sus secuelas, era el eufemismo empleado para designar el control de los precios y de los salarios. Sus resultados fueron los contrarios a los esperados. No sirvieron ni para moderar la evolución salarial ni para combatir la inflación. Su principal aportación fue perpetuar la falta de flexibilidad del mercado de trabajo, distorsionar los precios relativos de la mano de obra y agudizar la rigidez salarial. Entre 1977 y 1982, los salarios reales por hora trabajada crecieron un increíble 85 por 100. El año de los Pactos, la remuneración por asalariado creció un 26,8 por 100 en 1977 y para registrar una caída «estrepitosa» en 1978, año en el que se incrementó un 24,8 por 100. Esa brecha tan acusada entre el comportamiento salarial de la economía española y el que correspondería al nivel de equilibrio del mercado de trabajo provocó un aumento del paro y una crónica incapacidad de generar empleo. En los dos años posteriores al Pacto, la tasa de crecimiento del empleo tuvo signo negativo y así se mantuvo hasta 1986.
Por otra parte, los Pactos de la Moncloa inauguraron y pusieron las bases para la gran expansión del gasto público y de la presión fiscal que tuvo lugar en los años siguientes. El vertiginoso aumento de los desembolsos estatales nada tuvo que ver con la imagen de un Estado suministrador de bienes y servicios públicos, constructor de equipamientos sociales o inversor, sino con una máquina orientada a la redistribución, al consumo y a la compra de alianzas y soporte político a la obra de los gobiernos de la UCD. Otra de las derivaciones de los Pactos fue la reforma fiscal de Fernández Ordóñez-Fuentes Quintana, basada en el Informe Carter, cuyos principios se basaban en las ideas de la fiscalidad keynesiana y que ya estaban en retirada en el mundo anglosajón cuando se convirtieron en una realidad en Hispania.
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