NI TANTO ni tan calvo:
Si John Moody levantara la cabeza, tendría dos opciones. La primera, pedir la cuenta en la compañía que él mismo fundó hace poco más de un siglo para calificar los bonos emitidos por los ferrocarriles de EEUU. La segunda, fumarse un puro y repanchigarse en un butacón de orejeras imaginando cómo crece la cuenta corriente. Hay una tercera opción, probablemente la más remota. Recogerse en algún cenobio, lo cual para un emprendedor como él hubiera sido una tortura.
Cualquiera de las tres soluciones sería una respuesta coherente al hecho de que Moody’s (y también Fitcht) decidieran este miércoles mantener la triple A para las emisiones del Reino de España. No son ganas de fastidiar, pero se aplica la misma calificación cuando la economía tenía superávit presupuestario del 2% (año 2007) que cuando el déficit fiscal representa el 11,4% del PIB (año 2009). O la primera calificación era injusta por rácana o la segunda no vale por generosa, pero ambas no pueden ser posibles si se analiza un mismo país con tan sólo dos años de diferencia.
<< Home