domingo, abril 25, 2010

[Actualizado 2 veces] SANTOS JULIÁ:
A José María Ridao, que le preguntaba por qué en todas partes se seguía mirando hacia atrás, Claude Lanzmann contestó: "Vivimos en un mundo que no sabe adónde va. El futuro es sombrío y, por eso, en el inicio del siglo XXI pasamos el tiempo ocupándonos del XX. No hacemos otra cosa". Se sumaba así el creador de Shoah a la serie de nombres ilustres que desde la caída del muro de Berlín vienen llamando la atención sobre la invasión de memoria como síntoma de nuestra pérdida de orientación hacia el futuro. Quizá, como escribía Charles Maier, es hora de preguntarnos si "la adicción a la memoria podría convertirse en neurasténica y discapacitadora". Maier pensaba que el empacho de memoria (surfeit of memory) era la prueba de que las sociedades occidentales habían llegado al final de un proyecto colectivo masivo y habían agotado su capacidad de encontrar instituciones colectivas basadas en aspiraciones de futuro.

A España, la marea memorial ha llegado con cierto retraso, pero con fuerza redoblada, porque nos ha devuelto la manía de rectificar el pasado, como si se dijera: frente a las escasas expectativas que ofrece el futuro, cambiemos de pasado para mejorar la calidad del presente.
Leedlo entero.

ACTUALIZACIÓN. No había visto este artículo de Fernando Savater hace un par de días; leedlo también.

ACTUALIZACIÓN II. Santiago González sobre las manifas de ayer:
He recordado esto porque los retratos de Grimau en las pancartas me han hecho recordar que el pasado martes se cumplieron los 47 años de aquella inicua ejecución sin que nadie dijera ni mú. El ex fiscal Mena, que aquella mañana actúo en el acto del Paraninfo de la Universidad de Barcelona en el que las pancartas pedían 'Carta blanca para Garzón' no aludió a la efeméride. Son rarezas de la memoria histórica. Almodóvar, que en el acto de ayer leyó manifiesto, había explicado unos días antes su manera de ser antifrasquista, no ya en vida de Franco, sino cuando ya había menos peligro, cinco años después de muerto:
    "Cuando hice mis primeras películas en 1980, tenía como norma no citar a Franco. Negaba su existencia. No era falta de memoria, sino que me parecía la mayor de las protestas. Las chicas delirantes de Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón no habían nacido en la dictadura.[quiere decir que él las imaginó después, entre 1975, año del decso, y 1980, año de realización de la película] Mi venganza era no recordar su existencia".
La peor de las venganzas. De hecho era lo que más temía el dictador. ¡Mira que si me muero y luego esta punta de cabrones ni siquiera recuerdan mi existencia! El cineasta no explica si cree que esta apreciación suya puede trasladarse al franquismo en sentido estricto. Ser antifranquista entonces, durante la vigencia del régimen podría ser considerado un acto de provocación, incluso de colaboracionismo. Era mucho mejor ignorarle. Lástima que Grimau, hiciera lo que hiciera en Barcelona, no fuera tan listo como el manchego para quedarse en París en vez de venir a conspirar a España. Es más: si todos los antifranquistas hubieran imitado a Almodóvar aplazando su deseo de ejercer de tales unas décadas, otro gallo nos cantaría: Franco se habría suicidado, acorralado por tanto ninguneo.
Leed el resto.