martes, agosto 03, 2010

RACISMO HUMANITARIO:
Uno de los grandes avances morales de las últimas décadas es que el racismo se haya transformado en objeto de una condena generalizada.

Sin embargo, pocos se detienen en el hecho oprobioso de que dicha desaprobación se circunscribe a una sola forma del racismo, la que podría denominarse «racismo imperioso», y es la que sostiene que algunos grupos humanos (en general encasillables en la categoría del «hombre blanco») son inherentemente superiores y por ende están destinados a dominar a los demás. Esta forma del racismo pocas veces es esgrimida de modo explícito, y por lo tanto es saludable la alerta para que no se imponga inadvertidamente.

Pero el racismo tiene otra cara, y llama mucho la atención que esa otra cara, que es tan dañina y sutil como la imperiosa, es obstinadamente pasada por alto.

Consiste en alegar que hay grupos humanos (en general encasillables en la categoría del «hombre blanco») que son inherentemente superiores, y por ello guardan el monopolio del juicio moral.

Los supuestamente inferiores no serían responsables de sus actos, y por ende jamás debe condenárseles.

Según esta visión, esgrimida inconscientemente por una buena parte de la izquierda, sólo a los «hombres blancos» cabe juzgar desde una perspectiva moral. El resto de los pueblos, negros, árabes o indios, deberían ser tratados como niños que no saben distinguir el bien del mal; ergo ninguna conducta los exceptuará de su ubicuo rol de víctimas. Este racismo tiende a resaltar en la categoría de «blancos» a los judíos.

Manfred Gerstenfeld ha acertado al poner un nombre a la farsa, tan difundida como «políticamente correcta»: «el racismo humanitario». Este concepto ayuda a entender por qué toda acción defensiva de Israel es siempre presentada como agresión.

A los árabes no puede pedírseles que no agredan, ni que no violen la ley, ni que establezcan democracias, ni que aprovechen sus inmensas riquezas para crear sociedades de avanzada. Tal exigencia moral no cabría en poblaciones a las que el racista humanitario considera afectadas por una tara que las hace inferiores.
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