lunes, octubre 04, 2010

FERNANDO GAREA sobre el revolcón del aparato del PSOE:
El presidente, según sus colaboradores, preparaba el domingo por la tarde en La Moncloa la cumbre europea que se inicia hoy en Bruselas, con apariencia de distancia, pero su futuro lo decidían los militantes de Madrid. El secretario general del PSOE con mayor poder y menos contestación, que antepuso su nombre al del partido en dos campañas y al que los suyos han seguido sin rechistar por mucho que rectificara, ha sido desautorizado por los militantes socialistas de Madrid. En coincidencia con los datos de las encuestas que muestran que la fidelidad de voto del PSOE ha caído en picado, los datos de las primarias de Madrid ponen en circulación un término: poszapaterismo. Queda también desautorizado todo su equipo más próximo, empezando por José Blanco y Rubalcaba. Y ha sacrificado a uno de sus ministros mejor valorado, Trinidad Jiménez, con su experimento.

El pasado 6 de septiembre casi toda la Ejecutiva del PSOE salió en tromba contra Gómez, salvo Maru Menéndez, José Andrés Torres Mora y Álvaro Cuesta. El resto queda ahora desautorizada.
Tomás Gómez ni ha mencionado a Zapatero en el discurso de la victoria.
 

Zapatero, probablemente el político que más arriesga, siempre supera las adversidades, pero en cada una de ellas se deja jirones, y en ésta algo más que eso.
Me ha gustado bastante hoy Enric Juliana, que hace una analogía fordiana, peliculera: El hombre que mató a 'Trinity Valance':
Valiente y temerario como Ransom Stoddard (aunque sin la blandengue bonhomía de James Stewart), Gómez, el hombre hecho a sí mismo que nació en Holanda hijo de padres emigrantes, el chico de la calle Gluck de la canción de Adriano Celentano, que regresó a Parla para reponer un poco de verde allí donde sólo había cemento, tuvo el coraje de enfrentarse a los designios de José Luis Rodríguez Zapatero, José Blanco y Alfredo Pérez Rubalcaba, el triunvirato que hoy encarna el poder político en España.

Gómez tuvo el arrojo de dar el paso, pero la bala certeramente disparada desde un porche en la penumbra ha salido de la boca de un rifle llamado Disgusto.
 

Cuando la televisión informó anoche de la victoria de Gómez, un ligero calambre de satisfacción recorrió el espinazo de la entera sociedad española.
Es como la versión española y progre del Tea Party; una rebelión desde abajo contra la estructura de su propio partido. Recuérdenlo los que hablan de odio, histeria, o extremismo en lo que ocurre en Estados Unidos. No es odio, ni histeria, ni extremismo. Es simplemente un mundo en el que finalmente la gente de a pie  tiene ocasión de hacerse oír, y lo que dicen es que están hasta el moño de la anquilosada política que llevamos viviendo desde hace décadas.

¿Lecciones de ayer?

- La baraka de Zapatero (la poca que le quedaba) ha pasado definitivamente a la historia.

- Explota el bluff Pepe Blanco, ese gran estratega que tiene un control férreo del partido bla bla bla. Adiós a su vicepresidencia, que muchos daban por hecha. Y, aún más, adiós a esa alucinación que muchos sufrían, colocándole como sustitituto de Zapatero en las próximas elecciones generales.

- Queda muy, muy tocado el mito Rubalcaba. Su frase "el único mérito de Gómez es haberle dicho no a Zapatero" es de las que pasará a la historia de las meteduras de pata (igual que la de Pedro Castro diciendo que "Gómez es el candidato de la derecha", salvo que sea coherente y dimita para no estar en un partido de derechas...). Rubalcaba se intentará redimir con el tema ETA, su última baza. Ni de coña iba a ser el candidato en las generales (demasiado bagaje, demasiada historia, demasiados enemigos en su propio partido), ni mucho menos lo va a ser ahora.

- No me gustaría estar ahora mismo en la piel de Jaime Lissavetzky. Iba en la misma cordada que Trinidad Jiménez y, despeñado uno, despeñados los dos. Pero aún así tendrá que poner buena cara y hacer como que se entusiasma en una campaña en la que sabe que tiene tantas posibilidades como Michael Moore de protagonizar un anuncio de Naturhouse.