PREGUNTAR "¿A quién puede molestar la expectativa de acabar con ETA?", como hace hoy Juan Carlos Escudier, es tan bobamente simplista como si alguien preguntara a los contrarios a la guerra de Iraq "¿A quién puede molestar la expectativa de acabar con Saddam Hussein?". Contestarían que lo malo no es el fin sino el medio, y que plantear una equivalencia entre ambos es marrullero...
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