A DIFERENCIA de su colega en Nueva York, el corresponsal de La Vanguardia en Washington, Marc Bassets, sí conoce los intríngulis del país en el que está destacado. Visto lo visto casi resulta revolucionario, aunque es lo más elemental que cabría exigir a quien tiene como cometido explicar lo que pasa en él.
Pero a lo que iba.
Bassets conoce la política estadunidense, tanto como para escribir un muy buen texto sobre el Tea Party (sólo porque escribe que "Ni la religión ni la inmigración ni el aborto ni los matrimonios gais tienen nada que ver con el núcleo ideológico del Tea Party. La esencia de este movimiento es la economía, la alergia al intervencionismo público" ya demuestra que no cae en los tópicos), y la paradoja que el Tea Party supone a los europeos: que quieren lo mismo. Sólo hay que cambiar el concepto "Washington" por "Bruselas", y cuadra casi al milímetro.
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