lunes, diciembre 12, 2011

LA MADRE de todas las especulaciones:

Especular consiste en anticipar el futuro. No por casualidad su raíz latina es speculari, algo así como mirar a la lejanía desde lo alto de una atalaya. Se entenderá, pues, que los especuladores, cuando se dedican a anticipar las fluctuaciones en la satisfacción futura de los consumidores y aciertan en sus predicciones, estén prestando un valiosísimo servicio a la sociedad: ellos se forran con sus operaciones, pero el resto de individuos también salen notablemente beneficiados. Así, por ejemplo, el primer especulador del que tenemos constancia fue el undécimo hijo de Jacob, José, quien fue lo bastante hábil como para aconsejar al Faraón que ahorrara trigo durante los siete años de vacas gordas a objeto de minimizar las hambrunas durante los siguientes siete años de vacas flacas.

Distinto es el caso de los especuladores que se dedican a anticipar las necesidades no de los consumidores, sino de los políticos. Este especulador, muy habitual en países con un elevadísimo intervencionismo económico y donde por tanto uno puede enriquecerse a pelotazo limpio, no sólo no proporciona ningún provecho a la sociedad, sino que incluso puede distorsionar, desplazar y dañar los cálculos de los especuladores que sí tratan de mejorar la coordinación entre consumidores y empresarios.

Cuando, por ejemplo, el valor de un pedazo de tierra depende no del mejor uso que sepa darle su propietario u otros potenciales compradores, sino de los muy restringidos usos que la Administración permite asignarle, es evidente que el motivo de toda especulación recaerá no tanto en si esa tierra será más o menos útil en el futuro y si, por tanto, conviene conservarla hoy sin edificar a la espera de que aparezcan proyectos más interesantes mañana, sino en si el correspondiente órgano burocrático procederá a recalificarla. El especulador que disfrute de abundantes contactos en el mundo político logrará enriquecerse a costa de los maniatados e ignorantes propietarios de ese terreno: sus ganancias no provendrán de anticipar mejor que nadie las necesidades de los consumidores, sino de arrimarse a nuestros caprichosos y dirigistas mandatarios.

Algo parecido acaece en el mercado de deuda pública.

No os perdáis el resto.