lunes, marzo 11, 2013

XAVIER REYES MATHEUS:

Mientras el mundo entero llora la muerte de Hugo Chávez y recuerda su "excepcional figura", unos cuantos millones de venezolanos permanecemos al margen de la humanidad. Somos los adversarios del chavismo, y quienes reparan en nuestra reticencia se limitan a explicarla porque somos "radicales". Nos catalogan así, sobre todo, aquellos que van buscando un "justo medio"; esos que creen que la prudencia es relativismo; los que pueden darse el lujo de ser comprensivos con males que no les afectan. Uno de estos contemporizadores, catedrático americanista, salda cuentas con la memoria de Chávez como quien da una risueña colleja a un niño travieso: "La gran mayoría del pueblo venezolano, el mismo que fue rescatado del olvido y de la postración social por Chávez, le perdonaba una y otra vez los fallos y los errores que podía cometer", dice. Otro artículo, de un diplomático jubilado, recuerda que "autócrata, arbitrario, tal vez corrupto, ganó unas elecciones aceptablemente".

Viendo tanta continencia, y junto a ella el franco entusiasmo que el caudillo muerto despierta en otros muchos, someto a examen los canales por los que se vinculan mi psiquismo y mis ideas políticas y debo decir, para desengaño de la tesis sobre el "radicalismo", que no encuentro pulsiones de extrema derecha. No cumplo con ninguno de los rasgos que, sin necesidad de más informes, endilgan en todas partes a los que se oponen a Chávez. Ni yo ni los míos procedemos de oligarquías económicas o políticas, y mi familia ha vivido siempre de trabajar en los oficios que aprendieron en la universidad: una formación que cualquier socialista europeo encuentra muy compatible con su propio modus vivendi, pero que de seguro juzgará insufrible lujo y pijería en un latinoamericano. Resulta, por otra parte, que no me reconozco en esa protervia que se supone llevamos en el ADN los que no nos manifestamos con el puño en alto. No gozo con el dolor de los pobres; no tengo aprehensiones hacia ninguna raza; no soy fanático de ningún credo religioso, etc. Pero lo que es más importante: no tengo el deber de probar nada de eso ante los socialistas. Si se creen investidos de una superioridad no ya moral, sino ontológica, y si de ese prejuicio de secta pretenden sacar el derecho de apabullar a todos los demás, no seré yo quien se lo reconozca.

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