IMPRESCINDIBLE la lectura del artículo de Antonio España desmontando algunos mitos sobre los impuestos:
Imagínense que ustedes compraran un billete de primera clase para un vuelo intercontinental, pagaran por él diez veces más que por un asiento en turista y la compañía aérea les sentara en el último asiento en la cola, sin apenas espacio para las piernas y sin derecho a catering, salvo pagando. ¿Qué pensarían ustedes si las líneas aéreas se llamaran Hacienda Airways y su lema publicitario fuera “Hacienda somos todos”?
Pues bien, en la vida real ese desafortunado eslogan ha calado bastante profundo en la población, y lo cierto es que Hacienda son unos más que otros, tal y como demuestra el siguiente dato que quizás desconozcan: el 80% de los ingresos percibidos por el Estado en concepto de IRPF lo aporta menos del 30% de las personas, que son las que declaran rentas –del trabajo y del ahorro– superiores a una cantidad situada entre 25 y 30.000 euros al año.
Es decir, aproximadamente unos 6,5 millones de personas (de una población de cerca de 47 millones) sostienen el 80% de la partida de ingresos por IRPF. Sin entrar a valorar en este momento si esta progresividad es deseable o no, estarán de acuerdo conmigo en que no se puede negar que la máxima favorita de los recaudadores fiscales de todos los tiempos no se sostiene. Hacienda no somos todos. O, al menos, no a la hora de pagar.
Además, a pesar de que la progresividad ya se aplica en los ingresos, han de tener en cuenta que tampoco a la hora de disfrutar de los servicios públicos que presta el Estado somos todos iguales ante la ley, aplicándose una doble discriminación por razón de rentas. Por citar un ejemplo, cuantos más impuestos paga una persona, menos derecho tiene a elegir educación para sus hijos que no sea estrictamente privada, al quedar relegado a los últimos puestos en las listas de prioridad a la hora de escoger centro público o concertado.
No os perdáis el resto.
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