ANTONIO ESPAÑA, FABULOSO:
Imaginen que la Comisión Europea, asesorada por sus economistas de cabecera, decidiera intervenir en la medición estándar del tiempo para estimular la economía y conseguir el ansiado crecimiento. Para ello, emplearían el siguiente razonamiento: si se retrasaran, en promedio, todos los relojes 1,2 segundos por cada minuto transcurrido, se podría lograr 'gratis' un incremento de productividad del 2%. Pues si antes se fabricaba un determinado producto en 100 días, tras la medida adoptada, se tardaría únicamente 98 jornadas 'de reloj', con la consiguiente mejora de la competitividad. ¿Creen que tendría sentido una medida así? Estoy convencido de que opinan que no. Y, sin embargo, es lo que pretenden quienes reclaman una tasa de inflación moderada para salir de la crisis. Entre ellos bancos centrales, políticos y académicos.
Fíjense que la convención utilizada para medir el tiempo no altera nuestra capacidad para producir bienes económicos. Si un carpintero tarda dos días en montar una cocina, aunque hagamos que su reloj transcurra más lentamente, ello no comporta que necesite menos esfuerzo para terminar el montaje de los muebles. Pues bien, con el dinero, como medio de intercambio que facilita las transacciones comerciales, ocurre algo parecido que ya hemos comentado en otras ocasiones. Que la autoridad monetaria o el sistema bancario creen dinero adicional para ponerlo en circulación no implica que pasemos a tener automáticamente más equipamiento industrial ni una fuerza laboral más cualificada que nos permita producir más bienes de consumo con el mismo trabajo.
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