sábado, julio 13, 2013

PUES MICHAEL LEWITT tiene su punto:

Edward Snowden ha pasado a ser un héroe para algunos y un delincuente para otros, pero lo que está claro es que no se trata de un hombre implicado en un acto de desobediencia civil. Obedezcan o no a un genuino acto de conciencia, los motivos de Snowden para revelar secretos de su país, lo cierto es que renunció a toda autoridad moral desde el momento en que se negó a responder a la autoridad legal del país, cuyas leyes infringió intencionadamente.

Desafiar la autoridad legal y moral de una nación soberana sólo se convierte en un acto de desobediencia civil cuando el individuo que formula ese reto está dispuesto a poner en riesgo su libertad o su seguridad. Y Snowden no está dispuesto a tanto. Estaba dispuesto a quebrantar las leyes de Estados Unidos, además de los términos de su contrato de trabajo, pero no está dispuesto a pagar por las consecuencias.

Y es que, independientemente del juicio ético que nos merezca el asunto de fondo, lo cierto es que la esencia del martirio es el sufrir las consecuencias de las acciones hasta sus últimas consecuencias. Es eso lo que dota de grandeza moral y hace que sean recordados como tales.