CERRAR, ¿UNA BUENA NOTICIA?
En una encuesta se preguntó a un grupo de emprendedores sobre los motivos por los que cerraba la empresa que dirigían. La mayoría respondió que el negocio no era ya rentable o que nadie creía en su viabilidad y, por tanto, se les negaba la financiación necesaria. Así, podría entenderse que el cierre es el reconocimiento implícito de que algo no funciona, que se han explorado todas las alternativas posibles y que el negocio carece ya de recorrido.
Si se ha tomado finalmente la decisión de cesar en la actividad de, por ejemplo, una fábrica es porque se ha llegado a la conclusión de que es mejor cerrarla que mantenerla abierta, porque se dejará de perder dinero, porque se ganará más fabricando lo mismo en otro lugar o fabricando otro producto que sustituya al actual o porque se reconoce que hay otros fabricantes que realizan mejor el mismo producto o más barato. La casuística es infinita, pero quiero insistir en esa vertiente positiva implícita en cada cierre: perder menos, ganar más, hacer algo nuevo, dejar que otro mejor o más eficiente se gane la vida.
También es posible que el cierre de una empresa sea consecuencia de un empobrecimiento general de la sociedad, que hace inasequible al público el producto ofrecido. Incluso en este caso, la bajada de persianas sigue siendo una buena noticia, es la aceptación de una situación: alguien ha recibido el mensaje y ha tomado la medida correcta y necesaria, dejar de hacer un producto que no se vende.
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