“QUÉ HACER CUANDO SE ESTÁ EQUIVOCADO”, se pregunta Paul Krugman. Pero no os asustéis, el gurú más pedante e intelectualmente arrogante después del Economista Observador no está haciendo autocritica, menudo es él. Él nunca se equivoca, son siempre los otros:
Como el experto Barry Ritholz nos recordaba recientemente en una entrada de su blog en Internet, acabamos de pasar el tercer aniversario de la publicación de la carta sobre devaluación e inflación en la que los gurús de la economía advertían a la Reserva Federal de que las políticas de relajación cuantitativa tendrían consecuencias nefastas. Estaban completamente equivocados.
Todo el resto de la carta es un chuleo que mucho me temo se habrá de acabar comiendo con patatas. Porque es demasiado pronto: precisamente el quantitative easing, dicen los críticos, parece tener efecto placebo a corto plazo, pero es después cuando viene la bofetada. Y ese plazo aún no ha llegado. Pero en fin, Krugman es alguien que dijo que lo de Enron era más importante que el 11-S, y que lo de internet no tendría más relevancia que el fax (cito de memoria; paso de decicar tiempo a confirmarlo)
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