sábado, mayo 29, 2004

EL INEFABLE ANDY ROBINSON, corresponsal de La Vanguardia en Nueva York, vuelve a la carga esta vez con un artículo, que ocupa una página entera, sobre lo que llama "las preguntas tabúes sobre el 11-S" (requiere registro). El artículo gira alrededor del conspira-libro “El nuevo Pearl Harbor: preguntas inquietantes sobre el 11-S y la Administración Bush” del que es autor David Ray Griffin, catedrático de Filosofía de la Religión de la Claremont School de California y que, por lo visto, en sus ratos libres le da por la geopolítica y asuntos de seguridad internacional.
Sostiene que la explicación oficial de que cuatro aviones secuestrados por terroristas de Al Qaeda lograron burlarse de todos los sistemas de defensa en Estados Unidos el 11-S no aguanta un análisis riguroso. “Las cuestiones planteadas (...) indican una complicidad oficial en algún nivel”, asegura.

[...] Para Griffin es inconcebible que la defensa aérea en Estados Unidos el 11-S no interceptara ninguno de los aviones, ni tan siquiera el vuelo de American Airlines 77 que se estrelló contra el Pentágono más de una hora después de los atentados en Nueva York. ¿Es creíble que un Boeing 757 desaparezca del espacio aéreo durante una hora?, se pregunta. ¿Cómo pudo –dice también– dejar un agujero de menos de seis metros en la fachada del Pentágono sin apenas arañar el césped un avión de cien toneladas cuya envergadura alcanza casi cuarenta metros?

En cuanto al vuelo 93, que se estrelló en el campo de Pennsylvania, Griffin concluye que lo más probable, desde una óptica objetiva, es que el vuelo fue derribado por un caza F-15 o F-16 norteamericano.

También duda si el derrumbamiento de las Torres Gemelas puede ser explicado sólo por el impacto de los dos aviones. Al final de su análisis llega implacablemente a la conclusión de que existía algún grado de complicidad del poder político, que añoraba un “gran acontecimiento” equiparable a Pearl Harbor con el fin de generar apoyo popular para su agenda geopolítica.
En fin, todo muy en la línea de la prensa amarilla tercermundista y que, desgraciadamente, ya no sorprende demasiado encontrar en medios españoles. Además, el libro ya ha sido desmenuzado a fondo por quienes saben de esto mucho más que yo (y por quienes también publican una respuesta del propio Griffin a ese soberbio fisking).

Pero lo que me ha hecho saltar en dirección al teclado para escribir este post es el párrafo en el que Robinson escribe:
Si lo hubiera dicho otro, resultaría fácil descartar la citada tesis como obra de la escuela de paranoia y conspiración. Pero Ray Griffin es un “escritor distinguido y un destacado filósofo de la religión”, explica Richard Falk, catedrático de Derecho de la Universidad de Princeton y de la Universidad de California. Otro académico de enorme prestigio que recomienda el libro es Howard Zinn, autor del clásico “Historia popular de Estados Unidos” (Harper).
Veamos un poco más del background de estos dos únicos señores de enorme prestigio que Robinson ha podido encontrar.

Richard Falk es catedrático de derecho en la universidad de Princeton; columnista de The Nation y de Counterpunch, dos de las publicaciones de la izquierda más radical lo que, por supuesto, no es de por sí nada malo pero que no debería haberse ocultado al lector; es también un crítico histérico de Israel y el sionismo y de todos quienes lo apoyen -es decir, Bush y sus Neocons; y, sobre todo... ¡autor del prólogo del libro que está ensalzando!, dato que Robinson escatima a los lectores que de ese modo no pueden poner en perspectiva las afirmaciones del artículo.

El otro, Howard Zinn, es todavía una más clara muestra de esa ultra-izquierda que en EEUU se encuentra tan sólo en ciertos campus universitarios, y por tanto no es en absoluto representativa de la población. Es esa ultra-izquierda que jamás dice "por supuesto que Saddam Hussein es un genocida, pero...", sino que apoyaba directamente al tirano iraquí mediante campañas y manifiestos, mostrándole su solidaridad como el gran estadista que afirmaban que era. Junto al ya fallecido Edward Said y Noam Chmosky, Zinn firma manifiestos en los que se decían cosas tan deliciosas como que
"los arrestos de decenas de opositores al Gobierno cubano", "así como las escandalosamente largas condenas de prisión", evocan el "largo y criminal historial de las intervenciones estadounidenses en América Latina", que "ha comprendido seis décadas de explotación y control imperial de Cuba, seguidas por un intento de invasión y una campaña de terrorismo internacional y guerra económica que ha quedado plenamente documentada". "Sólo un Gobierno que repudiara este historial, que renunciara a toda intención de restaurar su dominio económico o político sobre Cuba, ya fuera por sí mismo o por medio de sus comparsas cubano-estadounidenses de la extrema derecha, y que prometiera respetar la voluntad democrática del pueblo cubano en sí mismo, tendría legitimidad moral para convocar al cambio democrático en Cuba".
En resumen, Andy Robinson, además de dar pábulo a las teorías conspiranoicas más histéricas, escribe un artículo que engaña a los lectores presentando el libro con una relevancia que no tiene (mecachis, Andy, ¿por qué crees que en EEUU sólo le dan credibilidad los piraos y sus amigos? ¿te crees que has descubierto la sopa de ajo?). Presenta a los dos personajes que respaldan la tesis de Griffin como dos expertos neutrales de gran prestigio, escondiendo que se trata de personas que se han significado públicamente por ser de los más críticos con Bush (y por tanto, con algún interés en dar toda la publicidad posible a un libro que pueda hacerle daño, aunque sea a base de conspiranoia), incluso en el caso de Zinni respaldando públicamente a un candidato demócrata a la presidencia, Dennis Kucinich. Y, lo peor de todo, escondiendo el "detalle" de que uno de ellos es nada menos que el autor del prólogo del libro, algo que incluso entraría directamente en el terreno del fraude periodístico.

Y lo que me gustaría, no creáis, enviarle esta noticia al defensor del lector de La Vanguardia, pero es que, como ya sabéis, se ve que tira directamente a la papelera cualquier mensaje que le venga de agentes de servicios de inteligencia extranjeros...