POR QUÉ LUCHABAN los EE.UU. hace 60 años, y por qué luchan ahora: magnífico artículo de Rafael Bardají a propósito del muy próximo 60 aniversario del día D. Una píldora, con resaltado de mi cosecha:
Los Estados Unidos no sólo nos salvaron de nuestra Historia dos veces durante el Siglo XX, sino que se permitieron crear y defender un invernadero en el que dejar florecer la idea de una Europa unida. Sin las tropas americanas en Europa y sin el compromiso estratégico estadounidense durante la Guerra Fría, los europeos habríamos sucumbido a nuestros propios fantasmas o a las ambiciones de la Unión Soviética. Pero lo que obtuvimos fue, precisamente, todo lo contrario: prosperidad, libertad y el derrumbe del comunismo.Como píldora quizás me haya salido algo grande, pero valía la pena; igual que la vale leer el resto del artículo.
Es verdad que Estados Unidos, como cualquier nación, es capaz de lo mejor y también de cometer errores. Particularmente cuando sus elites dirigentes comulgan con los principios del realismo político, a caballo entre el pragmatismo y el cinismo. Así, por ejemplo, quienes han defendido «América lo primero», como los Henry Ford y Charles Lindberg antes del 41, o los Pat Buchanan de hoy día, querían una América aislacionista, desentendida de los problemas de los demás. Por su parte, los Kissinger, Nixon y Bush padre han preferido aliarse con el diablo con tal de preservar el status quo a sabiendas de que la coexistencia con sus enemigos les exigía concesiones ideológicas muy significativas. Afortunadamente, de cuando en cuando, los presidentes americanos también responden a los principios que dieron vida a su nación y surgen los Reagan y los Bush hijo, auténticos revolucionarios conservadores, capaces, con su visión y empuje, de cambiar el orden existente. Ronald Reagan, con su retórica beligerante contra el comunismo y una soterrada campaña contra la URSS, acabó poniendo punto final al imperio soviético, superando la confrontación Este-Oeste y el delicado equilibrio del terror al que nos habíamos acostumbrado tras décadas de un siempre posible holocausto nuclear. Bush hijo es un caso distinto. Se trata de un presidente que ha tenido que hacer frente al peor ataque sufrido por los americanos en su suelo desde la Guerra de Secesión. Pero ha sido un presidente que, lejos de contentarse en el dolor, ha comprendido que la única esperanza que tiene para garantizar la seguridad de sus ciudadanos pasa, necesariamente, por una atrevida mezcla de defensa y anticipación.
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