martes, agosto 17, 2004

A KERRY NO LE PASA COMO A MORATINOS, que se le perdonan sus desconexiones entre lo que dice y la realidad. La re-escritura de su pasado en Vietnam le está dando más de un dolor de cabeza al candidato demócrata. Y puede acabar complicándole notablemente su carrera hacia la Casa Blanca; en la cultura política estadounidense -tan distinta de la de aquí- se perdona el error pero jamás la mentira, y aún menos la torpeza en el encubrimiento de esa mentira. Y si no, que se lo pregunten a Nixon.

Ahora Kerry está recibiendo de todos los lados, hasta de algunos de los suyos, por sus inexistentes hazañas bélicas en Camboya el día de Navidad de 1968 (que comentó Pablo Molina la semana pasada). Aunque menos de lo debido, porque el Washinton Post, el New York Times y otros grandes medios están haciendo todo lo posible para enterrar las evidencias de que Kerry ha sido algo más que flexible con la realidad. Y es que cuando uno presenta una experiencia vital de la juventud como algo que le ha quedado marcado a fuego en la memoria y que modela toda su visión política y luego se demuestra que esa experiencia nunca ocurrió, el rídiculo es espantoso.

Para entender mejor el asunto, os recomiendo que leáis este artículo de Michael Barone y, sobre todo, este de Thomas Lipscomb:
Selective memory is everyone's' secret enemy. Kerry hadn't been challenged in his selective recall since he left Vietnam, and his stories kept getting better and better. No wonder Kerry told the Washington Post interviewer, "I wish they had a delete button on LexisNexis."

But what is now clear is that Kerry has gone a step farther. Kerry lies. He not only lies to the Senate, the press and historians, he lies to his own press people, and he lies to himself. And he has been lying for years. And whenever one of Kerry's lies is under attack, he attacks every one else -- as liars.
Y Robert Pollock también está muy acertado aquí.

ACTUALIZACIÓN. No menos lo está John Cole (via Glenn Reynolds).