lunes, noviembre 01, 2004

GABRIEL ALBIAC:
«Como estadounidenses, estamos unidos en nuestra determinación de cazar y destruir a Osama Ben Laden y a los terroristas. No pararé hasta capturar al líder de Al Qaida, cueste lo que cueste». ¿George W. Bush? No; John Kerry. «Les voy a dejar algo claro: no nos vamos a dejar intimidar ni influir por el enemigo de Estados Unidos. Estamos en guerra contra ellos y estoy seguro de que vamos a ganar»: esta vez sí, George Bush. Se precisa todo el malabarismo de los analistas europeos para concluir que una fórmula –la segunda– es fascista y homicida; progresista y pacifista, la otra. Son idénticas.

[...] Para entender que, si Bush como Kerry han prometido, con igual nitidez, dar esa guerra sin cuartel hasta ganarla, eso se debe a un cálculo muy sencillo: tras el 11 de septiembre de 2001, es la nación americana la que, en la práctica totalidad de sus electores, no está dispuesta a rendirse a un enemigo neofeudal, el fundamento de cuya doctrina es la destrucción de las libertades públicas y de la igualdad ciudadana. Exactamente lo contrario que aquí, el 11 de marzo. Exactamente lo contrario de esa capitulación que late en la complacencia europea ante la teocrática fe sobre la cual Ben Laden y sus financieros del Golfo amenazan los logros de tres siglos de sociedad ilustrada. Frente a un enemigo en armas, hay dos opciones. Sólo. Rendición o victoria. Incompatibles. Europa o América. Nada que no hayamos visto ya en el siglo XX.