EN CONTRA DE lo que es habitual, la amenaza de bomba de ETA ayer que obligó a desalojar el estadio Santiago Bernabeu terminó felizmente sin que se hallara artefacto alguno. No digo que sea la primera vez que la amenaza de bomba sea falsa, sino que no es habitual que lo sea: cuando ETA avisa, suele haber bombas de mayor o menor potencia, como tuvimos ocasión de comprobar la semana pasada en siete ocasiones.
Por supuesto, puede ser simplemente que ETA decidiera cambiar su método habitual, confiando en el efecto propagandístico de esas bombas colocadas durante el largo fin de semana. También pudo tratarse simplemente de alguien que dijera que llamaba en nombre de ETA y no fuera así, aunque cuesta pensar que en Gara, acostumbrados como están a recibir avisos de ETA, no detectaran que se trataba de un bromista.
Pero también he recordado un artículo de Miguel Ángel Quintanilla que cité el pasado mes de julio, en el que el columnista comentaba que
[p]uesto que casi nada sabemos con certeza, todavía puede ocurrir algo aun peor que lo que parecía verdadero. Por ejemplo, que ETA reivindique en privado y ante el gobierno de Zapatero la autoría intelectual y parcialmente material del atentado, que afirme tener que ver con él, y que amenace con hacer pública su reivindicación si no se atienden sus demandas sobre los derechos de los presos, el “Plan Ibarreche”, etc. O que alguien haga verosímil esa hipótesis ante el gobierno y trate de obtener de ella un beneficio.En esa entrada comenté que imagináseis
el clataclismo que se desataría si la BBC difundiera de nuevo una imagen como ésta en la que, en lugar de anunciar una 'tregua' para un territorio determinado, un par de gloriosos abertzales confirmaran su participación, logística o intelectual, en la matanza de hace cuatro meses. El efecto sería tan devastador que la tentación de hacer casi cualquier cosa para evitarlo sería demasiado grande.Y hoy Emilio Alonso se pone, atinadamente, a imaginar.
Y ni siquiera haría falta que fuese verdad.
Son cosas que dan que pensar.
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