martes, diciembre 21, 2004

IÑAKI EZKERRA escribe sobre la comparecencia de Pilar Manjón en la comisión del 11-M:
No hizo la menor alusión solidaria a otras víctimas que no fueran las del 11-M. Sólo una vez se refirió a la trama etarra pero para minimizarla escandalizándose de que a un activista de la «kale borroka» se le aplique «la Ley Antiterrorista por quemar un cajero automático» (a eso redujo un fenómeno que ha producido un millar de asesinados y que en sus formas más leves –las del cóctel molotov– ha dejado cuerpos abrasados y lesiones irreversibles). Buscó responsabilidades, imprevisiones e improvisaciones en el anterior Gobierno en relación con los atentados de Madrid y negó la importancia de lo que hiciera el PSOE entre el día 11 y el 14 pues «las víctimas no se enteraron de lo que ocurría» (o sea, que una tragedia es una licencia para mentir, cercar las sedes de un partido, romper una jornada de reflexión electoral y –ya puestos– atracar ancianas y asaltar el Banco Central), pero el domingo caducó dicha licencia para que ella votase y su voto se respetara. Preguntó «qué había hecho para merecer esto» (como si alguien pudiera merecer algo así por hacer algo determinado) y pidió que no vuelva a haber «un atentado de esa naturaleza», o sea que si el atentado es de otra naturaleza distinta (¿selectivo?) puede repetirse. Eso fue, queridos lectores, lo que dijo esa buena señora y se quedó tan ancha. Ésos son los bellos sentimientos que ha sacado de un dolor que nadie puede poner en duda pero que precisamente por inconmensurable debía haberle inspirado otra cosa. Y ese discurso ha pasado por ejemplar, por una obra de arte, por la repanocha de la sensibilidad ante los medios de comunicación y los propios comentaristas políticos (salvo algunas honrosas excepciones).
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ACTUALIZACIÓN. "Seamos amigos de las víctimas, pero más amigos de la verdad", es el consejo de Ignacio Sánchez Cámara parafraeando a Aristóteles.