LA DEMONIZACIÓN de los neoconservadores no consiste únicamente en artículos difamatorios de Xavier Batalla: es un fenómeno recurrente que, como dijo Neopàtria en un comentario aquí mismo, demuestra que "los neo-cons están ocupando en el imaginario de la "vieja" Europa el lugar antaño atribuido a la masonería como madre de todos los complots."
La belicosidad de la izquierda hacia el movimiento neocon se debe simultáneamente a cuestiones tácticas y estratégicas, según un artículo del GEES sobre la próxima visita a España del hombre del saco, Richard Perle (ya tengo los pastelitos de sangre de niño infiel preparados para el horno) escrito tras un par de andanadas disparadas por los sospechosos habituales en El País:
¿Pero por qué ese miedo atroz a los neoconservadores? La única explicación que se nos ocurre es que preferirían un PP y una derecha española anclada en el paleoconservadurismo, retrógrada y carca, facha, sin atractivo para el votante medio español. Los neoconservadores sólo intentan una cosa, modernizar el pensamiento conservador incorporando elementos que tradicionalmente han estado en manos de la izquierda, como la defensa de los derechos humanos, la ampliación de la libertad, la extensión de la democracia, el respeto a los principios éticos en política, la defensa de la ética en materia internacional, etc. Y ahí es donde radica, esencialmente, el problema de los intelectuales de izquierda. El cambio que propugnan los neocons les roba su bandera de progreso y de visión de futuro. Les roba sus ideales. Aún peor, logra que se materialicen en este mundo terrenal de la mano de la fuerza armada, como en Irak y el Oriente Medio. En suma, les deja en ridículo como amantes no de la paz, lo que dicen ser, sino del status quo y la convivencia con todos los dictadorzuelos que ejercen en el mundo, que es lo que en realidad son. ¿Cómo explicar, si no, el acercamiento acelerado del gobierno socialista a Castro y Chávez?
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