domingo, agosto 21, 2005

ESTE POST lo había subido por error al blog en inglés y, aunque es de hace tres días lo pongo ahora aquí. Después explico por qué:

"¿ESCRIBE AZNAR en El País? ¿O es algún otro fachorro despendolao? Porque sólo así puede entenderse este editorial de hoy (via Leeuw):
[...] gran parte de las amenazas a la seguridad de nuestros ciudadanos se gestan en lugares remotos del globo en los que el nuevo terrorismo internacional ha establecido sus santuarios y bases, y donde tiraniza a las poblaciones locales. Ayudar a que se establezcan en esos Estados regímenes democráticos respetuosos con el derecho internacional es parte del esfuerzo necesario para una paz estable
El editorial acerta. De hecho acierta tanto que lo mismo que dice respecto a Afganistán es perfectamente aplicable a Iraq, aunque el propio texto intente desmarcarse de este último país y defienda la vergonzante retirada en base a una supuesta ilegalidad de la guerra que no era tal. Porque en contra del análisis propio de parvulario que ha dominado la discusión pública, la legalidad de una guerra no la determina el hecho de que se disponga o no de la autorización de la ONU (autorización que, por otro lado, no estaba explícitamente denegada); el organismo de la corrupción del programa Petróleo por Alimentos no es el dispensador oficial de permisos para guerras, como creen quienes ignoran los fundamentos del derecho internacional. Además, incluso para los juristas más opuestos a la guerra, desde el 16 de octubre de 2003 el organismo-tótem dio su beneplácito a lo que ocurría entre el tigris y el Éufrates. Seis meses antes de la retirada. Y aún más cuando en junio de 2004 aprobó la resolución 1583, también conocida como resolución-que-nunca-se-iba-a-aprobar."

Y ahora el por qué: en su editorial de hoy, muy criticable en muchos aspectos, el editorialista de El País parece como si me estuviese respondiendo:
El mensaje es que los socialistas son incoherentes al retirarse de Irak y mantenerse en Afganistán, pese a que también implica un alto riesgo para nuestros soldados; y que Zapatero pretende compensar con el exceso de celo en el segundo país, la retirada apresurada del primero. Sin embargo, de lo que se trata es más bien de subrayar la diferencia entre una presencia no sólo amparada, sino expresamente solicitada por Naciones Unidas, y una intervención decidida al margen de la legalidad internacional.
Como tantas veces, se mezclan conceptos hábilmente con el fin de confundir: se habla por un lado de la presencia en Afganistán (expresamente solicitada por la ONU, sí), pero respecto a Iraq no se habla de la presencia sino de la intervención, es decir, algo previo a aquélla.

Está claro por qué: porque ni Annan, ni ningún otro miembro del consejo de seguridad incluidos los países que votaron en contra de la guerra, tienen la más mínima duda que ya desde la resolución 1511 que citaba más arriba, y muy especialmente la posterior resolución 1585 -curiosamente con el voto a favor de España, es decir que el gobierno Zapatero votó a favor de algo que negó fuera a existir- la ONU está expresamente solicitando la presencia de tropas extranjeras en Iraq. Independientemente de cuál sea la postura respecto al inicio del conflicto lo cierto es que, en contra de lo que afirma el editorialista del periódico independiente -ejem- de la mañana, la posición de la ONU en cuanto a la presencia de tropas Afganistán e Iraq es exactamente la misma.

Y es que aunque les parezca mentira a algunos, el tiempo pasa y llega un momento en que uno no puede seguir anclado en el pasado, repitiendo una y otra vez ciertos argumentos como la situación fuese la misma. A ver si nos enteramos de una vez: desde las resoluciones del consejo de seguridad que he comentado más arriba, la discusión sobre el origen de la intervención en Iraq es estéril porque la argumentación ha quedado superada por éstas. El que la guerra hubiese sido ilegal en su momento -algo que yo no comparto, pero que ahora acepto únicamente como hipótesis de trabajo para lo que voy a decir a continuación- ya no puede tener el más mínimo efecto práctico ni puede tomarse como base para decisión alguna. La presunta ilegalidad de la intervención en Iraq ha quedado subsanada por las resoluciones posteriores solicitando la presencia y el mantenimiento de las tropas extranjeras en el país. Caso cerrado, sefiní.

Y eso sin entrar de nuevo en el error propio de estudiante de primero de derecho cometido una vez más por el editorialista cuando afirma que la Organización de Ambiciones Unidas es la fuente única de la legalidad internacional y por tanto el dispensador oficial de vistos buenos para las guerras. Estoy cansado de afirmar que el corpus de la legislación internacional es infinitamente más fluido y compuesto por centenares de tratados celebrados desde hace siglos, y va muchísimo más allá de la Carta de las Naciones Unidas (y también, por cierto, de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que también es de la ONU pero curiosamente no suele citarse en este tema porque, si se analiza lo que ocurría en el Iraq de Saddam, casi obligaba a intervenir para derrocarlo). En ese corpus legislativo hay una tarea pendiente -incluso en el tratado que crea el Tribunal Penal Internacional- y que lo va a estar siempre porque es imposible llevarla a cabo: regular el llamado delito de agresión. Sé que esto puede hacer que algún impermeable que pase por aquí tenga problemas para conciliar el sueño esta noche ante tanta injusticia, pero siento ser yo quien les de la mala noticia: no existen comités, organizaciones o tribunales que autoricen o denieguen los conflictos. Las guerras simplemente ocurren, y la legalidad de las mismas viene determinada por el signo de la victoria. Lo decisivo es quién gana, no quién dispara el primer tiro. Jamás se le ha pedido cuentas por su agresión a quien haya acabado ganando.

La vida es dura, chicos.