miércoles, agosto 10, 2005

GONZALO QUINTERO -que, por cierto, había sido catedrático mío de derecho penal hace demasiado tiempo- da en la diana:
En el debate sobre los derechos históricos se dicen cosas jurídicamente extravagantes. Vaya por delante mi respeto pleno y sincero a todas las opciones políticas y a su derecho a expresarlas del modo que estimen mejor. Quien considere, por ejemplo, que Catalunya ha de tener relaciones libres y separadas con la Unión Europea o un poder judicial propio, es su derecho político reclamarlo y exigirlo, al igual que cualquiera otra petición de cambio, aunque alcance a la Constitución misma. La libertad de criterio de cada formación política sólo necesitará contar con la mayoría suficiente de la ciudadanía para transformar su propuesta en realidad.

Lo inquietante es que en un Estado de derecho del siglo XXI la legitimidad democrática sea insuficiente, y deba ser acompañada de la histórica, fuente nutricia de esas reclamaciones. Y ahí comienzan los despropósitos, como la petición de derogación del decreto de Nueva Planta, que ya sé es simbólica, y "simbólicamente" nos devuelve a la organización política y jurídica del reinado de Carlos II, a un Principado de Catalunya con instituciones propias incomparablemente menores que las de hoy. Si es por simbolismo pidamos también la derogación de la Novísima Recopilación, que llegó en vigor hasta bien entrado el siglo XIX. El derecho puede ser fruto de la historia, como deseaba Savigny, sus seguidores y todo nacionalismo, o ser expresión de la voluntad democrática de los pueblos, sin perjuicio de la tradición cultural presente en las sensibilidades colectivas. La defensa que en el XIX se hiciera del historicismo no es sólo un alegato en pro de la protección de un patrimonio cultural, sino sobre todo una defensa frente a la idea liberal que de las fuentes del derecho se tenía en el siglo XIX y, por eso, una resistencia a la modernidad, razón por la cual esas simultáneas invocaciones a la tradición, la raza y la religión como algo mucho más importante que el sufragio universal fueron la teología de personajes como Sabino Arana y sus descendientes políticos.
Hay más.